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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Del orgullo la pompa deleznable, La opulencia, el poder y la belleza, A todo llega su hora inevitable: De la gloria el camino va á la huesa. Sobérbios de la tierra! nada importa Que estas tumbas no ostenten un trofeo, Ni que en templo que mármoles soporta No se eleve en su honor un clamoreo. ¿El sepulcro y el busto cincelado Puede acaso dar vida al polvo inerte?
Pero como se asemejan el ave de corral y el águila, porque las dos se cubren de plumas. Cansado del monótono espectáculo que ofrecían los bueyes, tirando entre el clamoreo del gentío que no se fatigaba del largo plantón, el doctor se distrajo examinando el aspecto de las casas y las personas.
Tan profundas raíces habían echado en el suelo de España las ideas francesas; hasta tal y tan inconcebible extremo había renegado de su patria y de sus obras nacionales gran parte de los modernos españoles, que, cuando en el año 1818, dió á conocer nuestro ilustrado compatricio Böhl von Faber las opiniones de Schlegel sobre Calderón, se levantó en toda la Península general clamoreo contra ellas; esta disputa se continuó con el mayor ardor en periódicos y en folletos, y un alemán ¡triste es decirlo! hubo de defender al gran poeta castellano contra los mismos españoles.
Unos salen, otros entran, todos corren; se agolpan; se apiñan; las marras del buque se sueltan; el humo asoma; las ruedas se mueven; el agua salta convertida en espuma; el vapor parte. Al clamoreo festivo de la despedida, sucede un silencio general. El tiuque se desliza sobre aquella corriente azulosa, como una culebra sobre el musgo de un prado verde.
En el momento en que el mozo oia lo que cada comensal le encargaba, lo anunciaba gritando desaforadamente como era necesario para que le oyese el cocinero, á una distancia de cuarenta ó cincuenta pasos. De modo que si pedian á un tiempo de comer varios comensales, los respectivos mozos gritaban á la vez; aquellos gritos se confundian y formaban un guirigay y un clamoreo que nos atolondraba.
En su solitario retiro, á orillas del mar, cuya movible superficie se descubría al través de las abiertas ventanas estendiéndose á lo lejos hasta confundirse con el horizonte, el P. Florentino distraía su soledad tocando en su armonium aires graves y melancólicos, á que servían de acompañamiento el sonoro clamoreo de las olas y el murmullo de las ramas del vecino bosque.
La mesnada de torpes asesinos Que deshonran el nombre de Argentinos Volaron cual hambriento gavilan, Y al barbárico son de un clamoréo Llegan ante la gran Montevideo, Donde los libres en su puesto están. Llegan, y se detienen asombrados Ante los fuertes muros, levantados Del pueblo por la mano colosal: Y en el Cerrito de eternal memoria Donde Rondó se coronó de gloria El invasor levanta su real.
Por todo lo que llevo dicho hay pocas cosas que me incomoden tanto como el oír el continuo clamoreo de esas gentes quejumbrosas, a quienes cuanto se hace, o parece mal, o parece por lo menos poco. Aquí me irrito, y les respondo: ¿Poco, eh? Vamos a ver: ¿cuántos meses llevamos? ¿De qué? me preguntan. ¿De qué? De que... de... Estatuto Real. No llega a un año.
Casi al mismo tiempo tendió Yonson su temible arco y la flecha detuvo en su vuelo al milano, que empezó á caer velozmente; alzóse gran clamoreo de los espectadores, que aplaudían ambas proezas; pero la aprobación de todos se trocó en asombro al ver que Yonson ponía apresurado otra flecha en su arco apenas disparada la primera y apuntando horizontalmente clavaba á su vez una saeta en la infeliz cigüeña, casi en los momentos de dar ésta con su cuerpo en el suelo.
Esta vibración, ensordecida por muros, cortinajes y alfombras, era discreta, lejana, como el funcionamiento de una máquina subterránea; pero un clamoreo humano, una explosión de gritos y silbidos dominaba el rodar del acero y los bufidos del vapor. ¡Un tren de soldados! exclamó don Marcos Toledo abandonando su asiento.
Palabra del Dia
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