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Actualizado: 16 de junio de 2025


Petrov se detuvo, y, mirando con ira el rostro afeitado del doctor, preguntó de repente: ¿Estaba usted en el Babilonia? El doctor hizo con la cabeza un signo afirmativo. ¡Qué! ¿Se está bien allí? . ¡Ya lo creo que se está bien! ¿Por qué no? Sin embargo, hay que tener cuidado de que cierren las puertas. No hay que olvidar la clínica por el Babilonia.

En invierno, como todavía era de noche a dicha hora, tomaba un coche; pero en primavera y en verano, si hacía buen tiempo, se iba a pie. No tenía que andar sino cinco o seis kilómetros hasta su clínica. Había que atravesar una gran aldea, seguir después el camino, a ambos lados del cual extendíase la campiña, y cruzar, por último, el bosque.

Sin embargo, las esperimentaciones hechas en el hombre sano han suministrado síntomas que anuncian un medicamento activo; pero es preciso no confundirlos con otros síntomas procedentes de enfermedades curadas con fórmulas compuestas, y de casos de envenenamiento en los que la asafétida no ha jugado sola; en resúmen, admitimos, en union con el mayor número de terapéuticos, algunas de sus propiedades reveladas por la clínica, y asentimos ciegamente á la eficacia que se la atribuye en las flatuosidades, las indigestiones, los cólicos, la timpanitis, la odontalgia, las convulsiones, la parálisis, y en casi todas las enfermedades, á ser ciertas las aserciones de una treintena de autores.

Pomerantzev se calmó, y hasta hizo rabiar un poco al doctor, que parecía muy asustado con la queja de su enfermo. No hay que apurarse tranquilizaba éste al doctor . Ya está todo arreglado. Los enfermos no eran muy numerosos en la clínica: once hombres y tres mujeres.

Es cierto que sus síntomas la dan una influencia marcada sobre el sistema capilar y sobre los exhalantes y absorbentes, por las alteraciones que induce en las secreciones, y que la clínica ha probado su eficacia en ciertos edemas, en algunas hidropesías locales, en la ascitis con irritabilidad de la fibra, mas bien por una afeccion de los vasos exhalantes y absorbentes, que por una diátesis serosa ó por el empobrecimiento de la sangre.

Sobre robustos pedestales exhibíanse los doce apóstoles; pero tan desfigurados, tan maltrechos, que no los hubiera conocido Jesús: los pies roídos, las narices rotas, las manos cortadas; una fila de figurones, que más que apóstoles parecían enfermos escapados de una clínica mostrando dolorosamente sus informes muñones.

No... si no son tonteras... Ustedes son dos enfermos; yo soy el «médico», y es justo que haga clínica, apreciando en todo su valor hasta el síntoma menos importante para otro ojo menos experto. ¡Y en vez de clínica, haces tonteras... insisto! Gracias por la amabilidad. ¿Vas a resentirte? ¡Qué esperanza! Nada más agradable que verse tratado así por un amigo...

En las mañanas apacibles de primavera y de otoño llegaban de la ciudad los sones apagados de las campanas y el ruido sordo de los coches; pero, en general, un silencio profundo reinaba en torno de la clínica, más profundo que en la aldea próxima, donde se oían los ladridos de los perros y los gritos de los niños. Allí no había ni perros ni niños. La casa estaba rodeada de un alto muro.

Esta falta de cultura literaria y filosófica que en Zola se advierte, y de que tanto provecho han sacado sus adversarios, sin llegar por eso a obscurecer la genial perspicacia con que juzga de las obras en particular, explica la flaqueza de sus teorías, los pésimos argumentos con que las explana y defiende, el aparato con que presenta como descubrimientos y novedades las máximas de crítica más triviales y manoseadas, y las fórmulas absurdas que da a algunos pensamientos, por otra parte muy razonables. ¿Quién no ha de sonreírse del candor mezclado de soberbia con que confunde a cada paso los términos de la ciencia y los del arte? ¿Quién podrá sufrir que, por todo sistema de estética, se nos un trozo de la Introducción de Claudio Bernard al estudio de la medicina experimental? ¿Ni cómo llevar con paciencia el que unas veces se asimile el arte con una estadística y otras con una clínica, y se le , por única misión, el recoger y coordinar documentos humanos?

Al comienzo de la enfermedad de Pomerantzev su mujer, de quien se había separado hacía quince años, pretendió tener derecho a su pensión; para conseguirla, hasta hizo que un abogado litigara en su nombre; pero perdió la causa, y el dinero quedó a la disposición del enfermo. La clínica se hallaba fuera de la ciudad.

Palabra del Dia

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