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Actualizado: 16 de junio de 2025


La clínica ha estendido el valor de estos síntomas, porque se ha curado con el causticum, así como con la sal marina y el subcarbonato de potasa, afecciones liquenoides, y porque se le ha usado con éxito en el pénfigo y los efélides, como el arsénico y el petróleo.

A la mañana siguiente, Maltrana salió muy temprano, dirigiéndose a la calle de Atocha para esperar en la puerta de San Carlos a un antiguo camarada de la época estudiantil, que ya era doctor y ayudante en una clínica.

Además, prometía ampliar, con la autorización del doctor, la clínica, y mejorar las condiciones de vida de los enfermos, puesto que sabía bastante psiquiatría y se hacía cargo de los defectos de la clínica. Le rogaba al doctor siempre en el cuaderno que resolviese la cuestión lo más pronto posible, pues ella había ya cumplido veinticuatro años y pronto comenzaría a marchitarse.

Jóvenes ilustradísimos, avezados á la clínica y á estudiar la dolencia á la cabecera del enfermo hemos visto desconcertarse ante el extraño y mortífero desarrollo de aquellas fiebres, en las que las intermitencias unas veces, son verdaderamente locas, y otras pasan completamente desapercibidas, sucediéndose una fiebre á otra en la generalidad de los casos, sin dar lugar á poder emplear la quinina.

No había nada que no mirase con ojos optimistas, y hasta en los males encontraba siempre algo bueno. Una vez, en invierno, se inflamó de repente la chimenea de la clínica; temíase un incendio, y todos los enfermos estaban asustados. Sólo Pomerantzev se felicitaba; tenía la seguridad de que el fuego había destruido a los malignos diablos que, escondidos en la chimenea, aullaban durante la noche.

Hijo de un hábil profesor de Manchester, empezó sus estúdios bajo la direccion de su padre, y fué á perfeccionarse á Lóndres en la clínica de los hospitales. Su habitacion, inmediata al Tamesis, le puso en contacto con la gente de mar, y le proporcionó el conocimiento del capitan de un buque, que hacia el tráfico de negros en la costa de Guinea.

Considerándose allí no un médico, sino un particular, se permitía, en ocasiones, sonreír, lo que no hacía nunca en la clínica; pero hablaba tan poco como en dicho lugar.

Estaba pálido, con los ojos hundidos y las facciones enjutas: una cara de hambre y alcoholismo. Al ver a Nogueras hizo un esfuerzo por mostrarse sereno. ¿Y aquélla? preguntó. El doctor mostrose pesimista. «Aquélla» iba muy mal. No la había visto: le faltaba el tiempo; pero el camarada encargado de la clínica tenía pocas esperanzas.

El doctor Chevirev no admitía en su clínica locos furiosos; por eso reinaba en ella el silencio como en cualquier casa respetable, habitada por gentes bien educadas.

4.º La barita obra tambien sobre la garganta, y la clínica ha sancionado este hecho.

Palabra del Dia

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