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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Dejadlos ahora dijo el amo, ya hablarán cuando tengan el estómago lleno. Vaya, rumia, aquí tenéis con qué llenar el fuelle dijo el cocinero en gallego cerrado, presentándoles las chuletas, cada una en un plato, y colocando los platos sobre una silla. Los niños se arrojaron a ellas como lobos.
Entre el murmullo se oía: «Señá Nazaria, péseme, bien, que soy parroquiana.... Señá Nazaria, córteme pierna de abajo.... Señá Nazaria, tenga conciencia y vea que eso es cordilla para los gatos.... Señá Nazaria, el solomillo limpio y mondo o no cobrado.... Señá Nazaria, tenga conciencia en las chuletas».
Cuando ganaba se permitía lujos desenfrenados, como ir al teatro de la Infantil y ver todas las funciones desde la primera a la última, convidarse a chuletas con tomate en cualquier taberna, ir a los bailes vespertinos de criadas y costureras, donde danzaba y hacía conquistas.
Le pones en la mesa la orza, y que se harte; a ver si lo acaba. Está fermentando y no hay quien lo pase... Si el señorito Maxi viniese antes de que esté de vuelta, le pones de principio una de las dos chuletas de ternera, la más crecidita, y de postre le sacas las pastas que trajo el bollero esta mañana, y la carne de membrillo que yo tomo. Conque a ver si lo haces todo al revés».
En esto les avisó Benina que ya tenía preparada la pitanza, y les faltó tiempo para caer sobre ella y hacer los debidos honores a la tortilla de escabeche y a las chuletas con patatas fritas. Dueño de su voluntad en todo acto que requiriese finura y buenas formas, Ponte se las compuso admirablemente con sus nervios para no dar a conocer la ferocidad de su hambre atrasada.
CHULETAS ASADAS. Se sazonan de sal, y por los dos lados se les pone ajo, perejil, pan rallado y manteca y zumo de limón; se envuelven en papel blanco, se asan en la parrilla, y se sirven en el mismo papel.
Contestó ella que el arroz no había quedado tan bien como deseara. Cuando comían las chuletas, Maximiliano le dijo con cierta pedantería de dómine: «Una de las cosas que tengo que enseñarte es a comer con tenedor y cuchillo, no con tenedor sólo. Pero tiempo tengo de instruirte en esa y en otras cosas más». También le cargaba a ella tanta corrección.
La hay tan fina, señora, que parece talmente merluza. Bueno, pues que me manden un buen solomillo y chuletas riñonadas. Ya sabes; no vayas a descolgarte con las agujas cortas del otro día. Conmigo no se juega. Descuide usted... ¿Tiene la señora convidados mañana? Sí; y de pescados ¿qué hay? He apalabrado el salmón por si viene mañana... Lo que tenemos hoy es peste de langosta.
Un mozo se llegó á nuestra mesa. Pedí dos chuletas de carnero. ¡Deux côtelettes de mouton! gritó el mozo con una bizarría de voz tal, que mi mujer estuvo á pique de dar un respingo. A poco estaban allí las dos chuletas, una racion de pan y una botella de vino Macon.
Izquierdo debía de tener hambre atrasada, porque al ver las chuletas, les echó una mirada guerrera que quería decir: «¡Santiago y a ellas!» y sin responder nada a lo que el otro hablaba, les embistió con furia. Ido empezó a engullir comiéndose grandes pedazos sin masticarlos. Durante un rato, ambos guardaron silencio.
Palabra del Dia
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