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Actualizado: 7 de junio de 2025


La di tal paliza a mi tercera mujer, que la dejé chorreando sangre al pillarla con un criado que era joven. Y la muy perra tenía cerca de sesenta años. Cuando salí de la cárcel volví a tomarla, y al morir ella tomé otras. Todas son iguales, y hay que tragarlas como son, ya que las necesitamos. Te lo dije otra vez: el hombre es un animal noble y altivo; la mujer...

Pero éstas no volvían tan rápidamente como era de desear, dado que los cogollos y gusanos de tacuara son tardos fortificantes. Y durante veinte horas la lluvia transformó al Paraná en aceite blanco, y al Paranaí en furiosa avenida. Todo imposible. Podeley se incorporó de pronto chorreando agua, apoyándose en el revólver para levantarse, y apuntó. Volaba de fiebre. ¡Pasá, añá!...

Fortunata seguía en el cuarto de la ropa; mas adelantaba muy poco en el arreglo de su equipaje, porque a lo mejor se quedaba inmóvil, sentada sobre un baúl, mirando al suelo o a la vela, que ardía con pábilo muy larguilucho y negro, chorreando goterones de grasa. Desde que empezó a faltar, no había sentido remordimientos como los de aquella noche.

Ea, ea, señores dijo el Arcipreste desde la alcoba a rezar tocan; yo voy a rezar con permiso de ustedes... In nomine Patris... ¿Adónde van ustedes? gritaba la Marquesa desde el Belvedere al Magistral y a don Víctor que uno tras otro, a veinte pasos de distancia, corrían por el bosque, calados ya hasta los huesos, chorreando el agua por todos los pliegues de la ropa y por las alas del sombrero.

Se abrió, dando paso a una ráfaga de viento cargada de lluvia, que hizo estremecerse las luces del candil y refrescó el denso ambiente de la cocina. Iluminóse con el resplandor de una exhalación el negro rectángulo de la puerta, y todos vieron en ella, sobre el cielo lívido, una figura encapuchada, una especie de penitente, chorreando lluvia y con el rostro casi oculto.

A las diez y cuarto entró en la alcoba don Víctor, chorreando pájaros y arreos de caza, con grandes polainas y cinturón de cuero; detrás venía don Tomás Crespo, Frígilis, con sombrero gris arrugado, tapabocas de cuadros y zapatos blancos de triple suela.

Me cogió el aguacero al pasar por la garita. ¡Qué aguacero! ¡Qué Dios lo mandaba! ¡El primero del año! ¡Vaya! ¡Y ya lo necesitaban las tierras, que la seca ha sido buena, los pastos estaban amarillos, amarillos! ¡Se ha muerto más ganado! Me voy, don Rodolfo, que estoy chorreando agua, y tengo que desensillar....

Sangre dijo alegremente . Todo el cielo parece de sangre... Es la bestia apocalíptica que ha recibido el golpe de gracia. Pronto la veremos morir. Tchernoff sonrió igualmente, pero su sonrisa fué melancólica. No; la bestia no muere. Es la eterna compañera de los hombres. Se oculta, chorreando sangre, cuarenta años... sesenta... un siglo, pero reaparece.

No había un alma en los campos... Nuestra hermosa Provenza católica otorga los domingos descanso a la tierra... Los perros solos en los hogares, las granjas cerradas... De vez en cuando, una galera de «ordinario» con el toldo chorreando; una vieja, cubierta la cabeza con su mantón de color de hoja seca; mulas engalanadas con guarnición de esparto azul y blanco, madroños rojos, cascabeles de plata, tirando de una carreta en las que las gentes de las masías van a misa; después, allá abajo, por entre los jirones de la bruma, una barca en el río y un pescador de pie, lanzando su esparavel.

Por fin se había convencido de que era un hombre; ya no sentía crueles dudas y sonreía satisfecho al recordar el aspecto del mocetón cayendo de rodillas y chorreando sangre. ¡Granuja!... ¡Hablar tan libremente de su novia! No; no quería arreglos con él. Al dar la vuelta a la llave oyó que le llamaban: ¡Menut! ¡Menut! Era Tono, que salía de detrás de una esquina. Mejor: le esperaba.

Palabra del Dia

rigoleto

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