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Ahora, el Mosco tenía otro perro, el segundo Puesto en ama, una verdadera alhaja, pero de menos mérito que el otro, y con él continuaba sus expediciones de «dañador», sus audacias de furtivo, saliendo de ellas en algunas ocasiones chorreando sangre, pero abriéndose paso siempre por entre los disparos de los guardas y los galopes de los vigilantes montados. ¡El plomo que aquel hombre llevaba en el cuerpo!...

Muchachas flacas, de lacias faldas y pelo cargado de aceite, cruzaban las manos sobre el hundido vientre, y fijando sus ojos en los de la gran señora, cantaban con un hilillo de voz las angustias de la madre al ver a su hijo chorreando sangre y tropezando en las piedras bajo el peso de la cruz.

Además un indicio más positivo todavía debiera haberme abierto los ojos aquella misma noche. Entre los bultos del equipaje había un admirable rododendro, arrancado de raíz en torno de las cuales una mano previsora había rodeado puñados de helecho y de plantas alpinas, todavía chorreando el agua de las montañas.

Los sacan chorreando. Los limpian con sal de potasa. Los tienen al calor sobre láminas de hierro caliente. Los secan bien en tinas de aserrín. Los bruñen en la máquina de cepillar. Con la badana les sacan brillo. Y nos los mandan a la casa, blancos como la luz, en su caja de terciopelo o de seda. La muñeca negra

Era lo mismo que si hicieran proposiciones a un panteón. Isidro hablaba cada vez con más lentitud, como si se aproximase a la mayor dificultad de su relato y pensase en el medio de sortearla. Luego encontramos a un amigo alemán que iba a despertar al médico, con la cabeza chorreando sangre.

La senda por donde corríamos al oír la campana que nos llamaba a misa primera. El banco en el que nos explicaba los misterios de la Pasión y nos definía a Dios, enseñándonoslo en el grano de trigo encerrado en sus gérmenes. En el racimo de uvas chorreando licor. La vaca transformando en leche el jugo de las plantas. En la roca que se abre naturalmente para dar paso a las aguas.

Disponíase a responder Simón a Juana desde la puerta, contra la cual estaba recostado, mirando a la calle, cuando salió botando, de hacia la cocina, un perrazo de áspero y sucio pelaje, con una morcilla chorreando caldo entre los dientes.

¡Cuidado! gritaron a un tiempo el patrón y la madre, como se dice siempre después que le ha pasado a uno cualquier contratiempo. Saqué el pie chorreando agua y no pude menos de soltar una interjección enérgica. La madre se turbó y se apresuró a preguntarme con semblante serio: ¿Se ha hecho usted daño? La hermanita del cutis transparente se puso colorada hasta las orejas.

Cada uno recibe trescientos azotes y la orden de retirarse a sus casas cruzando la ciudad desnudos completamente, las manos puestas en la cabeza y las asentaderas chorreando sangre; soldados armados van a la distancia para hacer que la orden se ejecute puntualmente. ¿Y queréis saber lo que es la naturaleza humana cuando la infamia está entronizada y no hay a quién apelar en la tierra contra los verdugos?

No hizo, no podía hacer Cristos feos de puro demacrados, Vírgenes sin gracia en fuerza de querer representar pureza, mártires chorreando sangre, anacoretas cadavéricos, rostros consumidos ni miembros donde estuviera maltratada y desconocida esa dignidad de la forma, que es también una alabanza para el Hacedor: debía de amar antes al Dios que crea, conserva y embellece, que al que destruye, aniquila y afea; era creyente y no fanático.