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Y al decirlo, sus miradas chocaron con las de Sor Facunda, que se acercaba con semblante extraordinariamente afligido. «¿Pero no ha consultado usted este caso con el señor capellánle dijo. replicó Sor Natividad con un poco de humorismo , y el capellán me ha dicho que la meta en la perrera.

Es indispensable apuntar que en su afán de llegar pronto á donde estaba Clara, se aturdieron, sin poder tomar la puerta, y al fin chocaron una con otra con gran confusión. Mujer, que me echas al suelo dijo una. Mujer, qué cosas tienes gruñó la otra.

Ambos contendientes seguían en pie; se miraban como extrañados de que no hubiese ocurrido nada. De pronto, el barón echó a correr hacia su enemigo, éste avanzó a su encuentro, y chocaron ambos sus pechos, mientras los brazos se cruzaban espontáneamente en un estrujón amoroso.

Fernanda también la contemplaba con vivo interés, con una intensa curiosidad que le hacía abrir extremadamente los ojos. Josefina tenía seis años, la tez nacarada, los ojos de una dulzura infinita, azules y melancólicos; algo de triste y enfermizo en toda su diminuta persona. El parecido con el conde saltaba a la vista. Cuando la niña le dejó, los ojos de aquél chocaron con los de Fernanda.

Venturita le dijo con acento picaresco: Ahora, pon debajo quién es. El joven levantó la cabeza y sus miradas chocaron sonrientes. Luego, con viveza y decisión, escribió debajo de la figura: Lo que más quiero en el mundo. Venturita tomó el papel entre las manos y lo contempló unos instantes con deleite.

Sin embargo, ella tampoco conservaba carne y ni siquiera pellejo... Nos quisimos besar y nuestros dientes chocaron contra los huesos de nuestras calaveras, produciendo un extraño crac-crac.

Será viejo como yo dijo Carnicero tomando la copa . Pues brindo.... Las tres copas chocaron con alegre campanilleo, debido principalmente al temblor del pulso de D. Felicísimo. Brindo por la felicidad de España. Que ya está segura. Otra copa. Hombre.... Otra. Orejón llenó obra vez las tres copas, con no poco sentimiento de Tablas, que alejado por el respeto, contemplaba las mermas de la botella.

Cantó el gallo, mezclando su nota clara al ladrido de los perros; las ventanas chocaron contra los muros; los zuecos sonaron en el suelo; el cuerno del boyero hízose oír en el extremo del pueblo, el hombre apareció, y, saliendo de cada puerta con paso tranquilo y lento, las vacas fueron una a una a engrosar el rebaño levantando una nube de polvo.

Don Paco era también distraído. El mismo no sabía en qué estaba pensando. Era, además, algo corto de vista. Lo cierto es que no repararon uno en otro al venir en opuestas direcciones, ni oyeron el ruido de los pasos. Chocaron, pues, y se dieron un buen empellón. Caramba, hombre dijo Juanita , mire usted por dónde va y no camine a ciegas; por poco me tira el cántaro.

Bastaría con que uno encendiese; pero se hubiesen juzgado desairados si no se mostrase claramente que eran poseedores de todos los medios conducentes a producir el fuego. Chocaron los eslabones contra los pedernales, saltaron las chispas, ardió la yesca y más tarde los cigarros, todo en medio de un silencio solemne como el caso requería.