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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Y después de guardar durante algún tiempo el duelo que sentía por la profesión de su hermana, comenzó a frecuentar, de cuando en cuando, si no la sociedad bullanguera y aparatosa, las recepciones de Palacio, donde era bien quisto por su ejemplar conducta. Allí conoció las beldades de la corte, cuyas «toilettes» y modos le chocaron, a veces hasta la indignación.
Dos o tres piedras chocaron contra la caja de la carretela, quedó herido el lacayo, una moza de fuerzas hercúleas metió un garrote entre los radios de una rueda y apalancando con alma para que no se moviera el coche, faciltó que por la trasera de éste treparan varias chicuelas ansiosas de arrancar de los sombrerillos las primorosas flores pagadas en París a peso de oro.
Encendió la lámpara, y saliendo al gabinete se puso a orar humildemente postrada frente a la imagen de Jesús. Como no tenía puesta más que una fina camisa de batista, el frío la traspasó en seguida y empezó a tiritar; pero no quiso dejarse vencer y siguió orando hasta que sus dientes chocaron fuertemente unos contra otros. Sólo entonces se decidió a dejar la postura que había tomado y vestirse.
A Juan le fue dado contemplar los más hermosos ejemplares de la gente del gran mundo, de la que había oído hablar, pero que desconocía. Todos aquellos desocupados, aquellos inútiles, se daban delante de él aires de gran importancia, que en un principio no le chocaron; pero, como era muy observador, sintió en breve cerca de ellos un sentimiento de inferioridad que le hizo pensar.
Y no se engañó, que don Baltasar de Peralta era, que hallando al paso del tumulto por el corredor aquella puerta franca, creyendo que al aposento de doña Guiomar daba, en él entrose, y en mal hora por cierto, que ciego Cervantes de dolor y de rabia, a él se fue omnipotente, de tal manera, que apenas se chocaron las espadas, al suelo vino difunto de una estocada en el corazón don Baltasar, cayendo tal vez, porque Dios lo quiso, junto a doña Guiomar, y tan cerca, que la sangre que de su pecho corría fue a mezclarse con la que del inocente pecho de doña Guiomar había salido.
Palabra del Dia
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