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Actualizado: 12 de julio de 2025


¡Mozo!: Whisky and soda... Miri, mejor es que me traiga un five o'clock tea. Generalmente ya era noche bien cerrada... Pero Fantomas era un hombre chic, un Brummel de la Barceloneta, y los pobres poetillas no nos atrevíamos a contradecirle en asuntos de elegancia y de buen tono. ¡Oh, él había operado en los grandes hoteles mundiales!

¿Qué tal, hijita mía le dijo Fernanda pasándole la mano por la cara, te diviertes? Ah, mucho, mucho, mamá replicole Blanca. ¿Y usted, señor don Benito?... Sabe que tengo que darle las gracias por el compañero. Es un maestro; baila el vals admirablemente... ¿Nada más que el vals? preguntó con sorna don Benito. ¡Oh, nada más! Ninguna mujer chic baila otra cosa... ¿No es verdad, mamá?

Se indignó Elena, contestando con voz dura: No pretenderás que una señora chic y que, según dicen, no es fea, viva de un modo mediocre. Cuando se goza el orgullo de ser el marido de una mujer como yo hay que saber ganar el dinero á millones.

LUCY. ¡Va usted a ver...! ¡Es un cuento de hadas...! ¡Figúrese lo sorprendida que me quedaría...! El mostróse muy chic y no me propuso nada vergonzoso.

Había progresado mucho, es cierto; sus largos viajes por Europa, su malicia y su instinto, le habían complementado sus deficiencias, y en materia de chic era as en la aristocracia bonaerense, que no es tan fina conocedora de arte, como se pretende, a pesar de su innata insuficiencia.

Ahora lo chic es amoldarse á las circunstancias, ser sobrios y modestos como soldados. ¡Quién sabe lo que nos esperaLa preocupación del vestido la acompañaba en todos los momentos de su existencia. Julio notó en ella una persistente distracción. Parecía que su espíritu abandonaba el encierro de su cuerpo, vagando á enormes distancias. Sus ojos le miraban, pero tal vez no le veían.

Varios sucesos distrajeron por unos días la atención pública, y la espía quedó momentáneamente olvidada. Al llegar á Salónica hizo discretas preguntas á sus amigos militares y marinos en los cafés del puerto. Casi todos desconocían el nombre de Freya Talberg. Los que lo habían leído en los diarios contestaban con indiferencia. quién es: una espía que fué artista; una mujer de cierto chic.

No era chic hablar español en el gran mundo; era necesario salpicar la conversación con algunas palabras inglesas, y muchas francesas, tratando de pronunciarlas con el mayor cuidado, para acreditar raza de gentilhombre.

Todas estas señoritas vuelan hacia sus caballetes: se han puesto las blusas y aparentan absorberse en su arte. Joaquín entra; es un hombre de cincuenta años, extremadamente chic y muy atildado. Tiene manos de prelado, rostro banal de artista mundano, hermosos ojos negros, nariz aguileña, bigotes finos y barba en punta, demasiado negra. Luce una severa levita con la gran roseta de comendador.

Es de ver la galantería del negro porteño. Prescindiendo, si es posible prescindir, del ambiente del salón, que es algo pesado, la cortesía y la urbanidad entre ellos son incomparables: el lenguaje incorrecto, pero elevadísimo. Se conversa con las mismas pretensiones con que se conversa en el gran mundo; se enamora con la misma gracia, con la misma compostura y con el mismo chic.

Palabra del Dia

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