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Actualizado: 9 de junio de 2025


¡Queda lejos! ¿No quiere ir más bien a tomar un mate con don Casiano?... Así estos señores conocerán algo bueno... ¡Viera cómo se ha puesto la Pampita! ¡Cómo no! ¡vamos! A lo de don Casiano... ¡ché, Hipólito! Este, que se encontraba en su puesto esperando órdenes, volvió la cabeza y preguntó: ¿Aquí a la casa? No, a la chacra... están en la chacra...

Este método de gobierno es la destruccion de si mismos, porque la mucha extension, que media de una chácra á otra, márgen á los indios para robar los ganados, cautivar y matar á sus habitadores, á cuyas desgracias coadyuvan en mayor parte los que frecuentemente se pasan á estos infieles, comunicándoles las noticias y caminos seguros á sus invasiones, de tal modo que ninguna malogran.

Es verdad repuso ella sonriendo afablemente y dejando ver unos dientes que no podían estar sin burla en otra boca, ni pertenecer sin desdoro a otra dueña; tanto eran de perfectos. Yo pensaba lo mismo que Lorenzo, señorita; estamos sin duda en la chacra de los contrastes. ¿Lo dice usted por el «ñato»?

Descendieron los paseantes y luego de efusivas demostraciones les dijo don Casiano: Pasen... pasen, caballeros... aquí está más fresco... tomen asiento. Qué hermosa chacra tiene usted, señor dijo Lorenzo, qué hermosos árboles. , señor, si algo vale es por eso... tiene árboles hechos ya... la chacrita vale por vieja, señor, al revés de las personas.

Se detuvo en la linde del pasto, estiró al monte, entrecerrando los ojos, la nariz vibrátil y, se sentó tranquilo. Veía la monótona llanura del Chaco, con sus alternativas de campo y monte, monte y campo, sin más color que el crema del pasto y el negro del monte. Este cerraba el horizonte, a doscientros metros, por tres lados de la chacra.

Como los caballos marchaban dócilmente a pocos pasos delante del hombre, pudieron llegar juntos a la chacra del dueño del toro, siéndoles dado oir la conversación. Es evidente, por lo que de ello se desprende, que el hombre había sufrido lo indecible con el toro del polaco.

Míster Moore, su hermano materno, fué de Buenos Aires, estuvo una hora en la chacra y en cuatro días liquidó todo, volviéndose en seguida. Los indios se repartieron los perros que vivieron en adelante flacos y sarnosos, e iban todas las tardes con hambriento sigilo a comer espigas de maíz en las chacras ajenas.

La comida siguió sin nuevos incidentes hasta el preciso momento en que don Saverio ponía sobre la mesa un fuentón de duraznos en almíbar y una gran caja de guayaba, cuando apareció por la puerta el «ñato», con una preciosa canasta en la mano y parándose junto a Melchor, le dijo: Aquí le manda el patrón estos duraznos y dice que son de la chacra, para que convide a sus amigos y que muchos recuerdos.

Pero el calor creciente les hizo presto abandonar aquél por la sombra de los corredores. El día avanzaba igual a los precedentes de todo ese mes; seco, límpido, con catorce horas de sol calcinante que parecía mantener en fusión el cielo, y que en un instante resquebrajaba la tierra mojada en costras blanquecinas. Míster Jones fué a la chacra, miró el trabajo del día anterior y retornó al rancho.

Cada uno se echó bajo un algodonero, acompañando con su jadeo los golpes sordos de la azada. Entretanto el calor crecía. En el paisaje silencioso y encegueciente de sol, el aire vibraba a todos lados, dañando la vista. La tierra removida exhalaba vaho de horno, que los peones soportaban sobre la cabeza, rodeada hasta los hombros por el flotante pañuelo, con el mutismo de sus trabajos de chacra.

Palabra del Dia

lanterna

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