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Actualizado: 20 de junio de 2025
Tras las puertas cerradas oíase la charla de los enfermos que no conocían el descanso. En el extremo del corredor, tras una puerta silenciosa hasta entonces, se oyó un grito: ¡Qui-qui-ri-quí! Lo lanzaba un enfermo que se imaginaba ser un gallo.
El pueblo tiene un aspecto triste, la hierba crece en sus calles y las conchas y puertas de las casas permanecen casi todo el año cerradas, efecto de vivir la mayoría de sus vecinos en las haciendas ó sementeras, de las que no salen sino en los días solemnes. Edificios no tiene ninguno digno de citarse.
No le pasaría tal ahora me objetó Mari Pepa , si se hubiera casado a tiempo, para vivir como Dios manda. ¿A qué diantres quieren el saber y los posibles cuando se ven solitarios de familia y mozones de casa abierta?... Pues mire, don Marcelo: dicen que para estas casas, por muy cerradas que estén, siempre tiene el diablo una llave.
Quiso habitar el cuarto de la calle de Provenza; pero con gran sentimiento supo que había sido alquilado, durante su ausencia, por un señor extranjero que no lo ocupaba. Intentó volver a verlo, al menos, y el portero no tenía las llaves; las puertas y las persianas de la habitación estaban constantemente cerradas.
La hora mejor era la de misa, los domingos, cuando a la chica le tocase quedar guardando la casa, porque la aldea entonces estaba solitaria y la mayor parte de las casas cerradas. En la de Tomás, por hallarse un poco apartada, siempre quedaba alguno teniendo cuidado de ella, un domingo uno y otro domingo otro. D. Jaime esperó el turno de Rosa con impaciencia y disimulando sus intenciones.
Pero era el caso que para ir, en esos tiempos, a Ica se gastaba muchos días y se corrían mil peligros; y como las bodegas no podían quedar cerradas o a merced de un dependiente, resolvióse a venderlas, comisión que encargó a un español llamado Vilches, que era su compadre y hombre para ella de toda confianza.
Vos tenéis que ir á Atocha. Yo me he detenido ya demasiado. Adiós, pues dijo Juan Montiño, tomando una mano á doña Clara y besándola. Y se dirigió á la salida. Esperad, están cerradas las puertas dijo doña Clara, tomando una bujía y precediéndole.
Cada habitación del palacio era tan vasta como una casa moderna. El ventanal carecía de vidrios, como los demás huecos del edificio, y en invierno había que mantenerlos todos con las hojas cerradas, sin más luz que la que entraba por los montantes, cubiertos de cristales resquebrajados y opacos por el tiempo.
Somos cuatro: un escritor francés, dos capitanes servios y yo. ¿Adonde ir en este París obscuro, que tiene cerradas todas sus puertas?... Uno de los servios nos habla del bar de cierto hotel elegante, que continúa abierto para los huéspedes del establecimiento. Todos los oficiales que quieren trasnochar se deslizan en él como si fuesen de la casa.
Girón á principios del siglo XVI, diciendo: «También traían tabardos, que eran unas ropas cortadas como capuces e con su capilla: otras cerradas, pero tenían abiertas una maneras á los lados, en derecho de los brazos, por donde los sacaban, e tenían unas mangas junto a las maneras, por detrás, angostas, tan largas como era la ropa».
Palabra del Dia
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