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Actualizado: 13 de mayo de 2025
En el camino mi capitán me explicó en vascuence que la visita la hacíamos principalmente a la señora de Cepeda, una vascongada, paisana nuestra, casada primero con Fermín Menchaca y después con don Matías Cepeda, un almacenista, socio del primer marido. Desembarcamos en el muelle, pasamos la puerta del Mar y seguimos por una calle próxima a la muralla.
Y alguien encontró que la sirena del mascarón de proa tenía las facciones de la hermosa Hortensia. ¡Bah! Fantasías que se inventan. Menchaca desde entonces quedó más sombrío que nunca. No era posible que a Cepeda se le hubiese ocurrido aquella idea de bautizar así el barco, con el fin de mortificar a su socio. El pensamiento partió seguramente de ella.
Cepeda llegó a Cádiz, de sus montañas de Asturias, y entró de dependiente en un gran almacén de azúcar, de café y de cacao de la calle de la Aduana; luego se casó con la dueña, y ésta, al morir, le instituyó heredero único, con lo que quedó viudo y riquísimo. Cepeda era naturalmente tímido con su dinero; Menchaca le impulsó a los negocios y los dos ganaron millones. El uno completaba al otro.
Tonito Cepeda miró desdeñosamente al pintorcillo y propuso uno de esos espectáculos que constituyen jalones de la época en que se verifican: imitar la peregrina idea de la Princesa de Segan, que había resucitado en París las fábulas de Esopo dando un gran baile de trajes, en que recibía ella vestida de pava real y acudieron todos los invitados representando cada cual un animalito.
Parece, sin embargo, que su nombre quedó después prontamente obscurecido por los de los nuevos dramáticos. Es de presumir que aconteciera lo mismo con Joaquín Romero de Cepeda , con Berrio y Francisco de la Cueva, de quienes tratamos ya en el período anterior de la historia del teatro español.
Aquesta sobre todas se señala En costoso aderezo de vestido, De Aliaga, Beatriz, lleva la gala En discrecion, aviso y buen sentido: Tambien la que no tiene cosa mala, Ni menos bueno que ella, su marido, Dá lustre, con su lustre en toda Lima, Doña Maria Cepeda, de alta estima.
Sigue la cuenta de las telas compradas á varios mercaderes, autorizada por las firmas de Pedro López y Juan de Mesa y termina con la cuenta de los bernegales de plata, uno de los cuales se dió á Francisco Tello «por mejor justador» y el otro á Cepeda «por más galán.»
La situación del matrimonio seguía difícil y sin mejorar, cuando un día Menchaca, jugando con unas pistolas, no se sabe si inadvertida o intencionadamente, se pegó un tiro en la sien y cayó muerto. Al año Hortensia celebró su matrimonio con don Matías Cepeda; compraron la casa de la calle de la Aduana y la arreglaron.
Preguntado el director qué comedias trae consigo, contesta así: «................ famosas De las plumas milagrosas De España; si escuchar quieres Los títulos, estos son: La bizarra Arsinda, que es Del ingenioso Cervantes; Los dos confusos amantes, El conde Partinuples, La española, de Cepeda, Un ingenio sevillano; El secreto, El cortesano, La melancólica Alfreda, Leandro, La renegada De Valladolid.»
El dependiente principal, que le conocía bien, un jerezano muy chistoso, decía del señor Cepeda que se pasaba el tiempo cortando papeles para llevarlos al retrete, o haciendo punta a los lápices lo más despacio posible para obtener el gusto de aparecer ante su familia como atareado. Hasta en eso era mezquino, porque hacía las puntas de los lápices cortas y cortaba los papeles pequeños.
Palabra del Dia
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