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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Era extraño: así como mi abuela afirmaba la aristocracia de la marinería, el señor Cepeda afirmaba la aristocracia del escritorio. En el comercio del azúcar y del cacao la elevación social está en razón directa de la cantidad; en cambio, en el comercio de drogas la elevación está en razón inversa.
Lleva el traje nuevo. El señor don Matías Cepeda era el socio principal de la Sociedad naviera Vasco-Andaluza, Cepeda y Compañía, propietaria de la fragata que mandaba don Ciriaco y de otros muchos buques. Fuimos al barco, dormí yo en mi camarote y por la mañana me despertaron dos golpes en la puerta. ¡Eh, Shanti! me dijo don Ciriaco , ya es hora. Duermes como un lirón.
Tonito Cepeda era más que chic, más que pschutt: era v'lan, tschock. Mas el pobrecito joven, incapacitado de poner precio a las innumerables consultas que de todas partes le dirigían, andaba lleno de trampas y no tenía dónde caerse muerto.
La verdad es que si la civilización era lo que creía don Matías Cepeda: tener un almacén de cacao y de azúcar y otro almacén de chistes y de frasecitas, yo no llevaba camino de civilizado. A veces me daban ganas de dar un puntapié a aquella gente, que después de todo no me servía para nada, y mandar a paseo a don Matías, a su mujer, a la niña y a todos sus amigos y amigas.
Menchaca se había asociado con este don Matías Cepeda que has visto; asociación extraña desde el punto de vista del carácter, porque Menchaca era un hombre atrevido y lleno de iniciativas, y, por el contrario, Cepeda es el tipo vulgar del comerciante escamón que va marchando rutinariamente sobre seguro. Cepeda es un asturiano que vino aquí sin un cuarto y hoy tiene una gran fortuna.
De la escuela de San Fernando saldría piloto primero, después haría un par de viajes y luego don Ciriaco se retiraría, dejándome que le substituyera en el mando de la Bella Vizcaína. El primer sábado del curso, por la tarde, don Ciriaco se presentó en mi casa, en San Fernando, y me dijo: Vente a dormir al barco. Mañana tenemos que ir a Cádiz. Te voy a presentar en casa de Cepeda.
Don Francisco Manrique á caso estaba Aquí con su muger; el adversario A media noche en punto se llegaba Al puerto, donde fué muy necesario Un caso, que diré que allí pasaba, Que mechas de sus tocas ví hicieron Las damas, y en lo alto las pusieron. Doña María Cepeda con Mencia, Su bella hermana, dicen á Manrique, Que mechas encendidas convenia Se muestren, y campana se repique.
Entonces fué cuando se comenzó a hablar de que Hortensia se entendía con el socio de su marido, con Cepeda. Yo nunca lo creí. Menchaca era, como te he dicho, un exaltado, casi un loco, y al oír que su mujer le engañaba se enamoró de ella nuevamente. Menchaca ya era viejo.
Menchaca era el hombre de iniciativa y de brío, el que concebía los proyectos; Cepeda resolvía los detalles y las dificultades prácticas. Menchaca, cuando se instaló en Cádiz, tuvo la veleidad de poner casa a una muchacha de Puerto Real, y de pasear con ella en coche y regalarla trajes y joyas.
Al mismo tiempo, y refiriéndose a Dolorcitas, dijo que ésta se casaría con un hombre de su posición, indicándome de pasada que no pretendiese poner los ojos demasiado alto. Para el señor Cepeda, como para todos los comerciantes de puerto, había, sin duda, la aristocracia de la sangre y la del escritorio, el devocionario y el libro mayor, la espada y la pesa, la coraza y el mandil.
Palabra del Dia
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