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Actualizado: 23 de mayo de 2025


Es que los reposteros todos son unos. Sin duda Bonelli fue a prevenir a Trouchín y a llevarle el cuento de que yo le debía tres cenas. Es una conspiración contra , un complot... Si bien se mira, no les falta razón, querida; ¿pero yo qué culpa tengo? ¡Ese hombre incapaz, mi maridillo...! Cuanto se diga de él es poco.

Una vida de muchacho aturdido con varias compatriotas libres como ella de las viejas ataduras del sexo; una existencia de estudiante; teatros, cenas hasta altas horas de la noche, sin más hombres que algún gentleman viejo, que acompañaba a esta tropa de emancipadas lo mismo que un guardián de harén sigue a las odaliscas en vacaciones.

En su condición de alieni juris hubo de sufrir la acción directa y constante de su dueño y señor, y sujetarse en un todo a su omnímoda voluntad. ¡Adiós cenas opíparas con mariscos y vino de Rueda en el café de la Marina! ¡Adiós caza de la liebre con Fermo el carnicero y Marcelino el tallista! ¡Adiós noches seductoras de tresillo! ¡Tardes de paz y de dicha en el lagar de Sebastián de la Puente, adiós!

Lo peor de todo, lo que haría saltar al Obispo, era lo que se refería al abuso indecoroso del confesonario. Se contaban horrores; en fin, ello diría. Don Álvaro propuso que las cenas mensuales se suspendiesen hasta el Otoño y suplicó que se guardase el más profundo secreto.

Reuníanse en su casa los sugetos de mas fino trato de Babilonia, y las mas amables damas; servíanse exquisitas cenas, precedidas las mas veces de academias, y que animaban conversaciones amables, en que nadie aspiraba á echarlo de agudo, que es medio certísimo de ser un majadero, y deslustrar la mas brillante tertulia.

Nosotros le hablábamos alegremente de las cosas triunfantes de la vida, cosas armoniosas entre : de locuras de juventud, de fragancia de primavera, de alegres cenas, de paseos campestres bajo la inmortalidad del sol, de los víveres honrados, fecundos y serenos como mansas corrientes. Y de besos.

Con una de sus comidas á mediodía comentaba Gurdilo podría mantenerse la guarnición entera de nuestra capital; con una de sus cenas habría bastante para la alimentación de toda la escuadra del Sol Naciente.

Y para más aturdirse, para olvidar la pena que le roía el alma fue más allá de lo que la prudencia aconsejaría a una mujer en su caso. Lanzose a una vida de placeres ruidosos; teatros, paseos, partidas de tresillo, tiendas, modistas, cenas a última hora con sus flamantes amigas y adláteres. Estas no la dejaban ni de noche ni de día.

Las vidas que traemos no son vidas, Y esto verálo á la primer semana En acostadas, cenas y comidas, Y habrá de levantarse de mañana, Si ha de dar á una resma de papeles Tarea y ripio; ¡y quán de mala gana! Pero todo esto es dar en los broqueles, Porque hay cosas tan ásperas y duras, Que no es bien que las sepan las noveles.

Nosotros velamos su sueño, y ¡qué demonio!, no es faltarles al respeto si nos permitimos alguna libertad. Vaya, compañero, ya va obscureciendo: juntemos las cenas. Y los dos vigilantes cenaban en el crucero, extendiendo sobre los peldaños de mármol las viandas de sus cestas.

Palabra del Dia

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