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Actualizado: 11 de mayo de 2025


Preguntáronle sus compañeros si había cenado, y, respondiendo que , el que había hecho los ofrecimientos le dijo: -De esa manera, Antonio, bien podrás hacernos placer de cantar un poco, porque vea este señor huésped que tenemos quien; también por los montes y selvas hay quien sepa de música.

Había cenado en la taberna, asilo de los días felices, los platos más suculentos, dándose, además, el gusto de pagar el matinal chocolate a los compañeros de redacción, asombrados de tanta riqueza. El buen amigo del fielato, que todas las madrugadas le ofrecía un cigarro y una parte de su café, atrajo igualmente su generosidad.

Hombre, ; pero no es una hora muy a propósito. Es que hemos cenado tarde y estábamos dando una vuelta dijo el extranjero no quisiéramos acostarnos tan pronto. ¿Por qué no van ustedes allí? dijo el sereno, señalando los balcones de una casa que brillaban iluminados. ¿Qué es lo que hay allí? preguntó Martín. El Casino contestó el sereno. ¿Y qué hacen ahora? dijo el extranjero. Estarán jugando.

Una muchacha muy vivaracha me preguntó si había cenado; le dije que , me llevó a un cuarto, y vino poco después, con un gran calentador, a templar la cama. Caía un verdadero diluvio. Le voy a pagar a usted le dije a la muchacha , porque voy a salir de casa muy temprano. Como usted quiera. ¿Estará la puerta abierta desde por la mañana? . Siempre suele estar abierta.

Miguel quedó tristemente impresionado por aquella escena. Pasó el día vagando de un lado a otro, leyó un poco, escribió otro rato; al fin llegó la noche. Después que hubo cenado y sufrido media hora a su locuacísima huéspeda, se dispuso a acudir a la romántica cita que le había dado la generala.

Don Federico, aquí, aquí; junto al fuego, que está convidando. Sepa usted que la enferma ha cenado como una princesa y ahora está durmiendo como una reina. Va como la espuma su cura, ¿no es verdad, don Federico? Su mejoría sobrepuja mis esperanzas. Mis caldos opinó con orgullo la tía María Y la leche de burra añadió por lo bajo fray Gabriel. No hay duda repuso Stein , y debe seguir tomándola.

Formóse un grupo a la puerta de la morada de los señores de Belinchón, que estaba situada en la Rúa Nueva, la calle más principal de Sarrió, y era grande y suntuosa para lo que allí se estilaba. Como Gonzalo no había cenado aún, don Rosendo le invitó a subir a hacerlo con ellos tan de veras, y con palabras tan apremiantes, que el joven, que no deseaba otra cosa, concluyó por aceptar.

Yégof había cenado con nosotros y nos había distraído con la historia de sus tesoros, de sus castillos y de sus provincias.

Bendito seáis vos, Señor -quedé yo diciendo-, que dais la enfermedad y ponéis el remedio! ¿Quién encontrara a aquel mi señor que no piense, según el contento de lleva, haber anoche bien cenado y dormido en buena cama, y aun agora es de mañana, no le cuenten por muy bien almorzado? ¡Grandes secretos son, Señor, los que vos hacéis y las gentes ignoran! ¿A quién no engañara aquella buena disposición y razonable capa y sayo y quién pensara que aquel gentil hombre se pasó ayer todo el día sin comer, con aquel mendrugo de pan que su criado Lázaro trujo un día y una noche en el arca de su seno, do no se le podía pegar mucha limpieza, y hoy, lavándose las manos y cara, a falta de paño de manos, se hacía servir de la halda del sayo?

En esto, parece ser, o que el frío de la mañana, que ya venía, o que Sancho hubiese cenado algunas cosas lenitivas, o que fuese cosa natural -que es lo que más se debe creer-, a él le vino en voluntad y deseo de hacer lo que otro no pudiera hacer por él; mas era tanto el miedo que había entrado en su corazón, que no osaba apartarse un negro de uña de su amo.

Palabra del Dia

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