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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Dejando libres sus encantos, iba y venía por el salón, segura de su hermosura, orgullosa de su cuerpo duro y soberbio, que no había cedido aún bajo el paso de los años. Unos chales de colores le servían de vestiduras transparentes. Agitándolos como fragmentos de arco iris en torno de su marfileña desnudez, esbozaba las danzas sacerdotales, las danzas al terrible Siva que había aprendido en Java.
¡Pobre muchacho!... ¿Y qué es de esa buena pieza? ¿Quién, mi tío?... Pues paseándose muy tranquilo y comiéndose la tercera parte de mi fortuna, que le he cedido por no llevar a un hermano de mi madre a los tribunales.
Esta continuaba ocupando su tiempo en leer y escribir; su desdeñosa indiferencia no había cedido ante los nuevos y largos días de prisión. Vengo a cumplir le dijo el magistrado en tono de felicitación, un deber muy agradable. La justicia está convencida de la inocencia de usted. Está usted en libertad.
Hasta sus enemigos habían cedido en la calumnia; ya no se murmuraba tanto; muchos de los calumniadores veraneaban; a los que quedaban les faltaba auditorio. Don Santos Barinaga no salía de casa, estaba enfermo. Sólo Foja, que no veraneaba, por economía, procuraba mantener el fuego sagrado de la murmuración en el Casino, entre cuatro o cinco socios aburridos, que iban allí media hora a tomar café.
Durante ese tiempo la colonia de Sacramento, llamada después Montevideo, fué ocupada y evacuada sucesivamente por las tropas de España y de Portugal, hasta que finalmente el territorio fué cedido a España, el 1 de octubre de 1777, por el tratado de San Ildefonso.
Algunas veces me dan licencia para viajar en compañía de mis alcaydes; y he venido á pasar el carnaval á Venecia. Dixo luego el tercero: Yo soy Carlos Eduardo, rey de Inglaterra, habiéndome cedido mi padre sus derechos á la corona.
Desde el primer momento se confesó autora y única responsable de la fuga: el excusador ninguna culpa había tenido en ella; sólo había cedido a acompañarla después de incesantes ruegos y valiéndose del ardid de los malos tratos en su casa.
Los celos le cegaban al pensar que aquella joven, que algunos meses antes se le había aparecido con todo el encanto de la sencillez y de la gracia, de la virtud doliente y de la tranquilidad doméstica, había cedido á las sugestiones de un libertino sin conciencia. Era preciso no dejar sin castigo aquella infamia.
Y no es que no fuese generoso; pero ella no era mujer capaz de mezclar los asuntos de interés con los asuntos del corazón. Había llevado su desinterés hasta el sacrificio; había cedido su hijo a la condesa de Villanera y había acabado por abandonarlo a otra madre.
Hemos acordado que haga usted los zapatos para los Padres de la residencia: cinco padres y un lego. Don Restituto Neira, señor caritativo y dadivoso, y su santa esposa, doña Basilisa, los cuales, como usted no ignora, nos han cedido el último piso de su palacio para residencia, desean también que usted haga el calzado para la servidumbre.
Palabra del Dia
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