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Actualizado: 21 de julio de 2025


Se puso el doctor como una cereza.... Miró a Visita con torvo ceño y echándose a adivinar exclamó con enojo: ¡Estamos mal!... Aquí se ha hablado mucho.... Me la han aturdido, ¿verdad? ¡Como si lo viera... mucha gente, de fijo... mucha conversación!... Entonces fue Visita quien sintió encendido el rostro. Somoza había adivinado. No sabía medicina, pero sabía con quién trataba.

Era el papa de España y la sagrada máscara del Rey. Después de la sombría procesión, sus rojas vestiduras exaltaban el ánimo como un toque de chirimías. Salvo la morada muceta inquisitorial todo era para los ojos, desde el sombrero hasta la calza, un solo golpe de púrpura. Su ceño expresaba el rigor sacrosanto, sus ojos no pestañeaban siquiera.

Todo esto, Marcos, es seguro; pero nosotros somos hombres y cumpliremos nuestro deber: aquí moriremos. Hubo un instante de silencio; Marcos Divès frunció el ceño y no parecía muy convencido. ¡Morir nosotros! exclamó rascándose la cabeza ; no comprendo por qué debemos morir; esto no entra en mis planes; además, hay mucha gente que se alegraría...

De esta suerte, con ceño adusto y vertiendo sangre de su honda herida, el espectro de Tomás Cardoso se mostraba a los ojos de Morsamor siguiendo la nave.

Violencia tenía que hacerse Sol para no palmotear en el carruaje. Muy feamente arrugó el ceño Lucía una vez que se acercó Juan a la portezuela del lado de Ana, y habló con ella, haciéndola reír, unos minutos: y en cuanto oyó reír a Sol, dejó Lucía su asiento, y se fue ella también a la portezuela. ¡Ea! ¡Ea! ya tocan diana, que es el toque de bienvenida y adiós, los indios habilidosos.

Sol quería llegar pronto, porque se había quedado triste doña Andrea. Y al llegar en esta conversación al colegio, Lucía besó a Sol con tanta frialdad, que la niña se detuvo un momento mirándola con ojos dolorosos, que no apearon el ceño de su amiga. Y de pronto, por muchos días, cesó Lucía de verla.

Mala recomendación esta última, dijo el señor de Morel frunciendo el ceño; y si á tu hermano te pareces por los hechos.... Lejos de eso, señor, dijo vivamente el arquero. Puedo aseguraros lo contrario, y á fe que hoy mismo lo amenazó de muerte su hermano y le soltó los perros. ¿Perteneces también á la Guardia Blanca? Á juzgar por tu rostro, edad y porte, no has tenido mucha práctica militar.

La noche antes había llegado Ángel a casa más desasosegado y distraído que de costumbre: cenó poco, habló menos y sin venir al caso; tan pronto sonreía como se le nublaba el gesto y se estremecía todo... Y así se fue a la cama. De eso estaban hablando cabalmente su padre y su madre todavía, cuando se les presentó Ángel muy risueño, pero no muy tranquilo, a juzgar por ciertas señales.

Don Alonso quiso entonces decir lo que llevaba ordenado en su memoria; pero sus ojos se encontraron con los del Rey, y su razón, inhibida de pronto, no halló sino vocablos importunos, deshilados, inocuos: ¡Vuesa Majestad no debe dudar... yo nunca imaginé... soy todo inocente! El Rey le detuvo con un ceño y sus labios volvieron a moverse.

Mis sueños cuando apenas niño o adolescente, mis sueños cuando joven, ya lleno de vigor, fueron el verte un día, ¡joya del mar de Oriente! secos los ojos negros, alta la tersa frente, sin ceño, sin arrugas, sin manchas de rubor.

Palabra del Dia

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