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Actualizado: 28 de junio de 2025


Un soldado de su guardia que le vio salir, tuvo algunas sospechas de su intento y temeroso de que el rey cayese en alguna asechanza, se armó y le siguió de lejos. Llegado que hubo el monarca al sitio que todavía se llama la Fuente del Rey, y que era entonces un lugar muy agreste, se detuvo aguardando a que se presentase el moro.

Chocó al forastero que el décimo, en lugar de seguir el camino de los anteriores, cayese en un rincón de la bodega, que se había aseado antes con el mayor esmero; y preguntado á don Silvestre, supo que aquel garrote de panojas, tal vez el más repleto de todos y el de las más gordas, era el primero del diezmo que pagaba á la Iglesia de Dios.

No tengas cuidado: sigue, que no te pasará nada... Iré hablando para que camines en dirección de la voz... Si quieres que te la mano, te la daré... ¿No?..., bueno, no te quedes atrás... Dentro de muy poco tiempo empezarás a bajar..., pero es una pendiente suave... ¿Lo ves?... No te quejarás del suelo..., aunque uno se cayese no se haría mucho daño... No tardaremos en ver luz... Ten cuidado... inclínate a la derecha, que el camino hace ahora una revuelta... ¡Ea, ya tenemos claridad!

Para compensar la humildad de su papel con nuevos esplendores, habían acabado por meter sus tijeras pecadoras en tapices enteros, cortándose varias dalmáticas de modo que les cayese sobre el pecho una cabeza de héroe ó de diosa. Ulises, al quedar sin compañeros, encontró un nuevo encanto á la vida en el desván.

El jardín seguía iluminado por el sol, pero el verde de los árboles, el amarillo del suelo, el azul del espacio, las espumas blancas del río, todo le pareció obscuro y difuso, como si cayese una lluvia de ceniza. Entonces... ¿todo ha terminado entre nosotros? Su voz temblorosa, suplicante, cargada de lágrimas, hizo que ella volviese la cabeza para ocultar su emoción.

Estando uno de nosotros en un árbol, vió una humareda hacia el Poniente, que habían hecho los indios cristianos del P. Zea al volver de las costas del río Paraguay, como se supo después; y caminando hacia allá, quisimos llevar al Padre en una hamaca, porque temíamos mucho que á pocos pasos se cayese muerto si iba por su pie; mas él lo rehusó diciendo que quería padecer con nosotros hasta el último instante de su vida.

¡Alto! murmuró don Roque al oído de su subordinado. Ya hemos tropezado con uno de los ladrones. El alguacil no entendió más que la última palabra. Fué bastante para que se le cayese el fusil de las manos. No tiembles, Marcones, que por ahora no es más que uno dijo el alcalde cogiéndole por el brazo.

El millonario, después de terminado el relato, se hundió en el sillón, anonadado, sin fuerzas, como si al echar fuera de el peso doloroso de los recuerdos, cayese sobre él, de un golpe, el cansancio de la noche anterior pasada en vela, el desfallecimiento del hambre. Y ahora, ¿qué piensas hacer? preguntó Aresti. ¿Y me lo preguntas? dijo con desaliento el millonario. ¡Qué yo!

Tomó la gran redondela de cristal que estaba sobre la mesa, y al colocarla en uno de sus ojos fué tal su emoción, que faltó muy poco para que el disco duro y transparente cayese como un proyectil, matando á varios doctores del cortejo. Debo estar soñando se dijo el ingeniero . Esto no puede ser. Resultan demasiadas sorpresas juntas para que yo acepte como realidad lo que veo en este momento.

Allí donde cayese, se encontraría, cavando, cavando, el tesoro soterrado, probablemente una gran olla repleta de monedas de oro. Manifestó Benina su incredulidad soltando la risa; pero alguna huella dejaba en su espíritu la nueva quisicosa para encontrar tesoros, porque con toda formalidad se dejó decir: «No creo yo que haya dinero enterrado en los campos.

Palabra del Dia

rigoleto

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