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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Como hallase el pan ratonado y el queso comido y no cayese el ratón que lo comía, dábase al diablo y preguntaba a los vecinos ¿qué podría ser, comer el queso y sacarlo de la ratonera y no caer ni quedar dentro el ratón y hallar caída la trampilla del gato? Acordaron los vecinos no ser el ratón el que este daño hacía, porque no fuera menos de haber caída alguna vez.
Pero... ¿qué diablos le importará a usted que salga así o de otro modo? le interrumpió Cristeta con dureza; y en seguida, deseando apurar la situación, añadió : ¿Imagina usted que voy a creer en esas delicadezas? ¿Se le dicen de veras semejantes cosas a una actriz de este teatro? No deseaba ella sino que don Juan cayese en el lazo y hablara más claro.
Porque de otra manera no era señor de una blanca que el maldita ciego no cayese con ella, no dejando costura ni remiendo que no me buscaba muy a menudo. Pues, ansí como digo, metía cada noche la llave en la boca y dormía sin recelo que el brujo de mi amo cayese con ella; mas cuando la desdicha ha de venir, por demás es la diligencia.
Todo el día gastábamos en dar gracias a Dios por habernos rescatado de la captividad del fierísimo Cabra, y rogábamos al Señor que ningún cristiano cayese en sus manos crueles. Si acaso, comiendo, alguna vez nos acordábamos de las mesas del mal pupilero, se nos aumentaba la hambre tanto que acrecentábamos la costa aquel día.
Y procurando averiguar por su lectura el nombre del verdadero autor, por cierto que no tardé en descubrirlo en multitud de referencias y alusiones que en ella se hacen á la Primera parte de la Crónica del Perú de Pedro de Cieza de Leon, tan claras, que parece imposible que aquel historiador no cayese en la cuenta.
Si yo cayese en la tentación de hacerme espiritista y de dar fe a la palingenesia, metempsícosis, o como quiera llamarse, imaginando que renacemos en otros astros y mundos de los que pueblan el éter insondable, entendería que la mujer siempre quedaba mujer; pues tendría yo una desazón grandísima si me volviese a hallar, en Urano o en Júpiter, con la linda señora, a quien hubiese amado en nuestro planeta, aunque fuese de un amor más platónico que el de Petrarca por Laura, convertida en caballero o en algo equivalente, según los usos de por allá.
La introdujo en el bolsillo superior de su chaqueta, donde otras veces había guardado á Ra-Ra. Ya no necesitaba mantener su cuello rígido ni marchar con cierta precaución, temiendo que Popito cayese desde la inmensa altura de la selva capilar que cubría su cráneo. Ahora podría moverse y correr cuanto quisiera, sin otro inconveniente que el de sacudir un poco á la joven dentro de su encierro.
Pez le instaba para que aceptase, seguro de que se luciría y de que la provincia a quien le cayese un gobernador tan honrado y respetable, habría de saltar de gozo. Pero a él le repugnaba lo espinoso del cargo, y no quería abandonar su tranquilidad y aquel vivir oscuro en que era tan feliz.
¡Jesús! ¡Jesús! ¡Jesús! y retorciéndose y desgarrándose los vestidos, Lucía se echó en el suelo, y se arrastró hasta Sol de rodillas, y se mesaba los cabellos con las manos quemadas, y besaba a Juan los pies; a Juan, a quien Pedro Real, para que no cayese, sostenía en su brazo. ¡Para Sol, para Sol, aun después de muerta, todos los cuidados! ¡Todos sobre ella! ¡Todos queriendo darle su vida! ¡El corredor lleno de mujeres que lloraban! ¡A ella, nadie se acercaba a ella!
Como hallase el pan ratonado y el queso comido y no cayese el ratón que lo comía, dábase al diablo, preguntaba a los vecinos qué podría ser comer el queso y sacarlo de la ratonera, y no caer ni quedar dentro el ratón, y hallar caída la trampilla del gato. Acordaron los vecinos no ser el ratón el que este daño hacía, porque no fuera menos de haber caído alguna vez.
Palabra del Dia
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