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Las piedras del campanario tienen gran parecido a las del sepulcro. No os cause extrañeza si consagro un recuerdo. Al misterioso sonido de este bronce. Yo amo su voz precursora de la muerte. Canta ¡oh! , fiel mensajero de la humana tristeza. Que tus cantos presten vida a tus mármoles, lágrimas a los ojos, oración al descreído y a la muerte poesía.

Alza ese rostro noble caballero, Porque a la libertad pierde el derecho, Perdiendo en la prisión el prisionero El ánimo que debe al noble pecho. Esos suspiros tiernos, ese fiero Dolor, no corresponde a lo que has hecho; Ni menos es tan grande aquesta herida Que cause indicios de perder la vida.

Estaba desatando los lazos de las trenzas... Quería ver otra vez tus cabellos sueltos. No hay espectáculo que me cause más placer. ¡Si es capricho, yo las desataré!... Aguarda dijo la niña, que estaba orgullosa, y con razón, de su pelo. ¡Oh, qué hermosura! ¡Esto es un prodigio de la naturaleza! exclamó Gonzalo, introduciendo en él sus dedos.

Sin duda este drama merece algunas censuras sensatas, porque no sólo lleva impreso el sello de la fe monstruosa, que dominaba en su tiempo, ofreciendo también algunos flacos á la crítica, que se ajusta en su juicio á la moral, sino también contiene algunas faltas por lo que respecta á la composición; y, sin embargo, aun cuando nos cause extrañeza su pensamiento fundamental; aun cuando haya algo, en su desempeño, que choque con nuestras ideas artísticas, así en su conjunto como en muchos de sus detalles, revela tanto talento y tanto genio en el autor, que no podemos menos de admirarlo.

Y, sin embargo, el carácter de Águeda estaba bien concebido, y ¡cuan hermosos y trágicos efectos podía haber sacado el autor de la eterna lucha entre la pasión y la ley moral! Bien está que Agueda, católica a la española y montañesa a toda ley, cumpla su deber sin aparato ni estruendo, aunque su resolución le cause dolores mortales.

Era el amor de un padre satisfecho de su hija. Dejé de pensar en la muerte. Me detuve en el camino del suicidio. Dejé de concurrir a los lupanares. Arreglé mi vida. Causé una dolorosa sorpresa en mis administradores, anunciándoles que iba a dedicarme al cuidado de mis intereses. Hice todo esto bajo la influencia de este pensamiento: He adoptado a un ser a quien debo procurar hacer feliz.

Novedad me ha parecido; Vueseñoría perdone. No hay novedad que no abone 555 El deseo que he tenido De serviros, si yo fuese, Para que no os cause enojos, Tan dichoso en vuestros ojos, Que serviros mereciese. 560 DO

Si el estudiante se presentase á ella, jurándola amor y fidelidad, Pisa, Paris, Francia, Italia, el universo entero, desapareceria ante los ojos de esa desdichada. Pero, en fin, como dijo uno de nuestros antiguos trovadores: El dolor hay que sufrir, Pues plugo á Dios decretar Que cause pena llorar Para que agrade reir. Para mañana tenemos un plan nuevo. =Dia vigésimo primero=. Noticias de España.

» Hable usted, tío. » ¿Conoces a Julio Raymond? » ¿Quién? ¿Ese joven que es procurador de usted? » , el mismo. ¿Qué te parece? » Me parece muy simpático... aun cuando procurador. » ¡Vaya! déjate de bromas. ¿Te repugnaría ese joven? » Para que a una mujer le cause repugnancia un hombre, tiene que amar a otro, y como yo no me encuentro en ese caso, todos me son igualmente indiferentes.

En cuanto á , con que vos me apreciéis, con que me recordéis, con que os cause compasión mi desdicha, estoy satisfecha, seré feliz. Y Dorotea, á quien hasta entonces había sostenido la excitación febril de la alegría que la causaba el llevar la libertad á don Juan, se sentó y se puso sumamente pálida. Estáis mala, Dorotea dijo el joven acercándose rápidamente á ella . ¿Qué tenéis? ¡Me muero!