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Si, en efecto, la mayoría de mis paisanos residentes en Madrid no fuesen ministros o ex ministros, ¿cómo se las arreglarían para pagar al casero? ¿Es que el Sr. García Prieto, por ejemplo, podría sostenerse en la corte escribiendo artículos para El Sol? Pero ahora, para llegar a ministro, ya no basta haber nacido en la provincia de Pontevedra, y comienza a hacerse indispensable el ser catalán.

Se ha criado sola, en un solo cabo: con un padre que es más blando que una paloma, a pesar de tener la corteza algo dura, como buen catalán y marinero. Pero Momo no puede sufrir a Marisalada desde que dio en llamarle romo a causa de serlo.

En este tiempo Berenguer de Entenza, viendo que todo estaba lleno de sospechas y miedos, y que los Griegos le miraban como Catalan, y los Catalanes entraban en desconfianza de su , porque estaba cabe el Emperador en lugar tan supremo, y que aquello no podia ser sino estando de su parte, aprobando lo mal que el Emperador lo hacia con ellos; finalmente estando ya las cosas de los Catalanes, y Andronico, en términos que no se podia estar neutral, ni ser medianero entre estas diferencia sin gran riesgo de perderlos á todos, Berenguer se resolvió de acudir á su primera obligacion, y preferir á su particular acrecentamiento el público honor y estimacion de la nacion, que estaba cerca de perderse.

Ferragut contempló á este joven. Su tipo físico y su acento le hicieron adivinar á un compatriota. ¿Es usted español? El náufrago contestó afirmativamente. ¿Catalán? prosiguió Ulises, en lengua catalana.

Esos dos pueblos son los únicos que no se han dejado absorber por la pretendida unidad de la nacion española, unidad de apariencia que no reposa en instituciones verdaderamente liberales, populares y nacionales. El catalan y el vascongado mantienen su lengua, su literatura, sus tradiciones y libertades peculiares, y se repután como pueblos aparte.

Señor le dijo llorando un pobre pescador de barba blanca, con un gorro catalán en la mano ¡señor, que este año nos morimos de hambre! ¡que no da para borona la costera del besugo!...

Sonó la campanilla, dio el mozo la voz a los viajeros, se oyó el estrépito de las portezuelas al cerrarse, y nuestro catalán no parecía. D. Nemesio experimentó viva inquietud. ¡Caramba, cómo se descuida el señor de Puig! Pasó un momento: todos los viajeros estaban ya en sus coches. ¡Caramba, caramba, ese hombre va a perder el tren!

No se burle dijo éste, algo amoscado . La cosa no es para tanto. ¿Vamos o no vamos a una tierra de riquezas y prodigios?... Si usted oyese a ese muchacho catalán, la sencillez con que explica las cosas se convencería de que lo del Banco es asunto serio. ¿Y qué tiene de extraordinario que yo llegue a ser un gran banquero en un país donde todos, al llegar, cambian de profesión y cada uno se descubre con facultades y aptitudes que no sospechaba en Europa?... Aquí en el buque no se oye hablar más que de millones y de negocios estupendos.

Cantaba mal, y siempre andaba apuntando con él el catalán, el cual era la criatura más triste y miserable que Dios crió; comía a tercianas, de tres a tres días, y el pan tan duro que apenas le pudiera morder un maldiciente. Pretendía por lo bravo, y si no era el poner huevos, no le faltaba otra cosa para gallina, porque cacareaba notablemente.

Eran señores de la costa que, retirados de la navegación, confiaban sus buques á capitanes que habían sido sus pilotos; burgueses que no abandonaban la corbata y la gorra de seda, símbolos de su alta posición en el pueblo natal. El lugar de tertulia de los ricos era el Ateneo, sociedad que, á pesar de su título, no ofrecía otras lecturas que dos periódicos en catalán.