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Actualizado: 18 de junio de 2025
Figuraos, pues, mi extrañeza, cuando vi un hombrecillo de andar pesado acercarse al carricoche y exclamar: Buen día, mi sobrina; casi, casi, estoy por creer que he tenido que esperar. Diome la mano para bajar del coche, y me besó cordialmente, tras de lo cual, midiéndome de pies a cabeza me dijo: No más alta que una elfa, pero terriblemente linda.
2000 cartuchos de carabina. 500 de pistola. 150 piedras de chispa de carabina. 220 idem de pistola. 2 esmeriles con sus trapantes y utensilios. 24 cartuchos de esmeril. 1 pedazo de macho para dar fuego á los esmeriles. 14 tiendas cañoneras completas. 6 azadas encavadas. 2 picos idem. 2 achas idem. 4 palas idem. 1 azuela. 1 escoplo. 1 linterna de talco. 24 estacas de madera fuerte, largas una vara, gruesas dos pulgadas, para mojones. 1 caja de capilla. 5 carretas con los bueyes correspondientes. 3 carretillas de caballos. 2 ejes. 4 rayos y dos camas. 1 carricoche. 48 caballos para las tres carretillas. 30 idem escogidos para montar los oficiales. 70 idem para sus criados y peones.
Habían buscado un carricoche de alquiler y le habían llevado, yendo en su compañía su criado y los dos forasteros que le sirvieron de testigos. A los cuatro días del lance, se cumplieron en efecto los pronósticos del doctor, y D. Luis, aunque magullado de los golpes y con la herida abierta aún, estuvo en estado de salir, y prometiendo un restablecimiento completo en plazo muy breve.
No, por cierto; prefiere ir de levita y en su carricoche de dos caballos ... ¿Prestaría su perro? Puede que sí ... y puede que no. ¡Vaya usted, Rouet, dijo la señorita Guichard, y haga buena guardia ... Se volvió hacia Bobart y dijo: Este es un ser absolutamente estúpido y no le creo leal. ¿Qué confianza puedo tener en él? ¡Por veinte francos me haría traición!
Escribir a doña Beatriz diciéndole la no aparición de su marido, era infundirle el mismo pesar que tenía él y tal vez descubrir además un secreto de Braulio: algo que le importaba mucho que su mujer no supiese. Paco aguardó con impaciencia, pero aguardó. La estación del ferrocarril estaba a cuatro leguas del lugar. Un carricoche traía a los pasajeros desde el punto por donde el ferrocarril pasaba.
Sin atender a que fuera o no prudente, Martín tomó el carricoche por el camino de Arneguy; atravesaron este pueblecillo que tiene dos barrios, uno español y otro francés, en las orillas de un riachuelo, y siguieron hasta Valcarlos. Catalina, al ver aquel espectáculo, quedó horrorizada. La estrecha carretera era un campo de desolación.
Todo lo cual, visto de improviso en alguna manera alborotó á Don Quijote, y puso miedo en el corazón de Sancho; mas luego se alegró Don Quijote, creyendo que se le ofrecía alguna nueva y peligrosa aventura; y con este pensamiento y con ánimo dispuesto de acometer cualquier peligro, se puso delante de la carreta, y con voz alta y amenazadora, dijo: «Carretero, cochero ó diablo, ó lo que eres, no tardes en decirme quién eres, á do vas, y quién es la gente que llevas en tu carricoche, que más parece la barca de Caron que carreta de las que se usan.» A lo cual mansamente, deteniendo el diablo la carreta, respondió: «Señor, nosotros somos recitantes de la compañía de Angulo el Malo; hemos hecho en un lugar que está detrás de aquella loma, esta mañana, que es la octava del Corpus, el acto de las Cortes de la muerte, y hémosle de hacer esta tarde en aquel lugar que desde aquí se aparece; y por estar tan cerca y excusar el trabajo de desnudarnos y volvernos á vestir, nos vamos vestidos con los mesmos vestidos que representamos.
Palabra del Dia
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