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Actualizado: 28 de mayo de 2025


No se mostró todo lo suelto y airoso que fuera de desear, por lo cual tuvo que escuchar algunas carcajadas reprimidas; pero las llevó con paciencia, y a los pocos minutos ya no se fijaba en él nadie... nadie más que Maximina, que le decía en voz baja: «Levante V. más los brazos.» «No salte V. tantoConsejos todos muy oportunos, que el joven iba siguiendo al pie de la letra.

Acercóse á la puerta de la estancia de donde procedían las voces y se halló de manos á boca con Simón y Tristán, que se reían á carcajadas y se dirigieron apresuradamente á la puerta del caserón, donde los esperaban sus monturas.

¡Pero, hombre! ¡ja, ja!... ¿Quieres que no me ría, si me dices, ¡ja, ja, ja! que eres un chino y yo una china? ¡ja, ja, ja! Sus carcajadas eran cada vez más sonoras y más fingidas.

De este modo las carcajadas fluían sin cesar. Mario se dejaba caer contra los quicios de las puertas y se quitaba el sombrero y se apretaba el estómago para no reventar de risa. Casi otro tanto le pasaba a Carlota. Ambos repetían a cada instante: ¡Dios mío, lo que se va a reír Rivera! De esta suerte caminaron alegremente la vuelta de su casa.

¿Ni de duquesa tampoco? ¡Oh, madame la duchesse! Y una de las amiguitas se inclinaba delante de la novia con reverencia cómica que despertaba las carcajadas de las otras. Araceli, lisonjeada, sonreía con benevolencia. ¿No tardarás en tomar la almohada? ¡Quién piensa en eso todavía! respondió Araceli que había pensado ya infinitas veces.

Se quedó delante de , el látigo con mango de concha entre los dientes, lívidas las mejillas, los ojos inyectados, salpicándome de sangrientos resplandores; luego dejó oír una o dos carcajadas convulsivas que me helaron. Su caballo volvió a partir a escape tendido.

La graciosa morenita, que ríe a carcajadas y se zarandea y se mueve come si estuviera hecha de rabillos de lagartijas, es la muy ponderada ninfa gaditana, conocida ya en gran parte del mundo, con el extraño apodo que su compañera le ha dado.

Aquellos que van sobre cubas con ruedas y velicómenes en las manos, dando carcajadas de risa, son sus gentiles hombres de la copa, que han sido taberneros de Corte primero.

Tenemos casa para alojar dos familias numerosas... ¿Y dónde está ese niño? Quiero verle añadió con su franqueza y aturdimiento habituales. Clara hizo traer a su hijo. El marquesito le alzó entre sus manos de gigante y le zarandeó un rato con no poca alegría del infante, que soltaba carcajadas y se agarraba a sus orejas con igual confianza que a las de Fidel.

Palabra del Dia

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