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Actualizado: 24 de junio de 2025
Un sábado por la noche salió de casa, bajó rápidamente el camino de Entralgo, subió á Canzana y después de rodear algunas veces la casa del tío Goro y cerciorarse de que aún estaban levantados, llamó quedo á la ventana de la cocina y comenzó á hablar disfrazando la voz, como hacen allí los mozos cuando salen de noche á galantear. El tío Goro se había retirado á descansar.
Gracias respondieron con marcada displicencia. No tenemos sed ahora. Entonces Quino comprendió que el asunto se ponía serio. Echó una mirada en torno. Vió que de Villoria había acudido poca gente: de los altos, ninguna: de Canzana mismo faltaban los más aguerridos. Y sintió cierto malestar muy explicable, que nadie por supuesto confundirá con el miedo.
¡Vámonos! ¡vámonos! exclamó Felicia cogiendo á su hija por el brazo. El tío Goro ya estaba allí también. Adiós, Nolo, hasta mañana. No: yo voy acompañándoles un rato hasta Canzana. Y seguido de sus compañeros se alejó del campo y fué dándoles escolta por la empinada cuesta que conducía al lugar. Demetria se alegró vivamente, se felicitó de que su amante estuviese picado con los de Entralgo.
Tres días hacía que el zagal de la Braña estaba en Canzana, cuando un vecino que había ido á la Pola á pagar la contribución entregó al tío Goro una carta que había para él en la estafeta. Era de Demetria. El tío Goro la tomó gravemente y se la metió en el bolsillo.
No ha tomado el camino de Canzana: yo mismo le he visto seguir el de Villoria. La joven se puso roja como una amapola y con semblante airado respondió encarándose con el mayordomo: Á mí no me importa el camino que toman los demás. Eso queda para usted que pasa la vida fisgando cuanto entra y cuanto sale y averiguando lo que hay y lo que no hay.
Había sido convenido que Nolo, después de casado, viniese á habitar á Canzana con Demetria y sus padres. El tío Goro se hacía ya viejo y necesitaba quien le ayudase á cultivar las tierras: su labranza era mucha: sus hijos tan pequeños, que en largo tiempo aún no debía contar con ellos.
Harto lo necesitaba el desesperado mancebo. Madre é hija. Una viajera en aquella misma hora asciende con fatiga por la cuesta de Canzana. El sol todavía no asomaba su disco resplandeciente por encima de las montañas. La fresca brisa de la mañana juega con sus cabellos grises, levanta el fino chal de seda con que se envuelve.
Sus pañuelos de cien colores agitándose producían mágico efecto en los ojos; pero sus rostros frescos de nieve y rosas y sus gargantas amasadas con puras natas hacían latir de felicidad el corazón. Colocaron á la novilla delante, la novilla ofrecida á la Virgen por el pueblo de Canzana. Era un hermoso animal de pelo rojo y brillante.
Oyes, chica exclamó así que acertó á verla. Á todos nos ha sorprendido y disgustado que el señor cura no te llamase para llevar á la virgen. Porque, á la verdad... eso de haber elegido tres mozas de Canzana y sólo una de Entralgo no está bien.
Ahora á casa de Telva á vestir el ramo. De Canzana debían salir tres. Eran unos armatostes de palo á modo de jaulas, alrededor de los cuales se colgaba una razonable cantidad de panes, que vendidos luego servían para el culto de la Virgen. Iban adornados con flores y cintas de colores. Sólo mozos muy robustos y remudándose podían soportarlos hasta la iglesia.
Palabra del Dia
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