United States or Turkmenistan ? Vote for the TOP Country of the Week !


Fueron en crescendo, hasta que, llegando al citado pasaje, una exclamación de horror me cortó la palabra y me hizo suspender la lectura. Cantarranas estaba nervioso, y la poetisa se abanicaba con furia, ciega de enojo y hecha un basilisco. No si he dicho que una de las cuatro personas de mi auditorio, era una poetisa. Creo llegada la ocasión de describir á esta ilustre hembra.

La poetisa se hallaba en un paroxismo de furor secreto. ¿Cómo podía yo decidirme por una solución contraria á las ideas de Cantarranas, cuando éste era mi Mecenas, ó, para valerme de una de sus más queridas figuras, corpulento roble que daba sombra á este modesto hisopo de los campos literarios?

Como aquí no tenemos Morgue, es preciso renunciar á un buen efecto finalAsí habló el realista D. Marcos. Cantarranas estaba más nervioso que nunca, y la poetisa sacó un pomito de esencias, para aplicarlo al cartucho que tenía por nariz: este singular pomito era el flacon que había visto en todas las novelas francesas.

De los demás personajes de mi auditorio, nada diré todavía. «¡Bravo, soberbio! exclamó Cantarranas aplaudiendo con fuerza y entusiasmándose, de tal modo, que se le saltó el mal pegado botón de la camisa, y las puntas del cuello postizo quedaron en el aire.» ¿Le gusta á usted mi pensamiento? preguntó la poetisa. Esto es el canevas tan sólo; después viene el estilo y....

La poetisa estaba turulata y no hacía más que abanicarse para disimular su enojo, mientras Cantarranas parecía inclinado, en fuerza de su natural bondad, á ponerse de parte del tremendo crítico. «¡Y para esto me han llamado! decía éste.

Era un hidalguillo de poco más ó menos, atendida su fortuna, que consistía en una posesión enclavada en Meco, dos casas en Alcobendas y un coto en la Puebla de Montalbán; también disfrutaba de unos censos en el mismo lugar y de unos dinerillos dados á rédito. A esto habían venido los estados de los Cantarranas, ducado cuyo origen es de los mas empingorotados.

Sin embargo, Su Excelencia había ido allí como los demás, para oírme leer aquel mal parto de mi infecundo ingenio, y era preciso hacer un esfuerzo. Me llené, pues, de resolución, y empecé á leer. Pero permitidme, antes de referir lo que leí, que os alguna noticia del grande, del ilustre, del imponderable Duque de Cantarranas.

Al llegar aquí, volvíme casualmente hacia el Duque de Cantarranas: estaba pálido de emoción, una lágrima se asomaba á sus ojos verdes, semejando viajera gota de rocío que se detiene á reposar en el cáliz de una lechuga. Sentíame yo confundido, anonadado ante la pasmosa inventiva, la originalidad, el ingenio de aquella mujer, junto á quien las Safos y Staëlas eran literatas de tres al cuarto.

Consta de los documentos de esa época, que residieron en ella todos los célebres actores y actrices de los siglos XVII y XVIII, desde Agustín de Rojas y Alonso de Olmedo, hasta Manuel García Parra y Mariano Querol, y desde María Riquelme y María Calderón, hasta la Ladvenant y la Tirana, viviendo en las calles de las Huertas, Amor de Dios, San Juan, Santa María, Francos, Cantarranas y León; costumbre seguida por los actores y actrices modernos, hasta hace poco, como Rita Luna, Isidoro Máiquez, Guzmán, Latorre, Romea y otros.

Usaba joyas, muchos anillos, prefiriendo siempre uno, donde campeaba una esmeralda del tamaño de media peseta, tan disforme, que parecía falsa, y lo era, en efecto, según testimonio de los más reputados cronistas que de la casa de Cantarranas han escrito.