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Actualizado: 18 de junio de 2025
Revelaba, en fin, a la joven labradora, hija de padres acomodados. Este traje gracioso de la virgen montañesa la hizo más bella a mis ojos, y me la representó por un instante como la Ruth del idilio bíblico, o como la esposa del Cantar de los Cantares .
Miguel permaneció sentado junto a Maximina. Saque V. la guitarra, doña Rosalía dijo una de las muchachas. ¿Va a cantar Juanito? Juanito era el piloto del vapor donde nuestro joven había llegado. Era andaluz y muy conocido en Pasajes. En cuanto vino la guitarra, comenzó a alegrar la tertulia con playeras, polos y sevillanas.
389 Ruempo, dijo, la guitarra, pa no volverme a tentar; ninguno la ha de tocar, por siguro tengaló; pues naides ha de cantar cuando este gaucho cantó. 390 Y daré fin a mis coplas con aire de relación; nunca falta un preguntón más curioso que mujer, y tal vez quiera saber como jué la conclusión.
Durante esta heroica carnicería, Candido, que temblaba como un filósofo, se escondió lo mejor que supo. Miéntras que hacian cantar un Te Deum ámbos reyes cada uno en su campo, se resolvió nuestro héroe á ir á discurrir á otra parte sobre las causas y los efectos.
Cuando cundió el regocijo y se aumentó la animación de todos, Juanita los formó en círculo, asidos de las manos, y se puso a cantar con mucha gracia y con muy afinada y buena voz, aunque no había estudiado música, el célebre cantar del conde de Cabra: Yo no quiero al conde de Cabra, conde Cabra, ¡triste de mí!, que a quien quiero solamente, solamente es, ¡ay!, a ti.
Ya no irá á despertarlos en su lecho La brisa matinal embalsamada, Ni oirán cantar en su pajizo techo El gallo anunciador de la alborada. Ya no recibirán junto á su hoguera De la esposa solícitos cuidados, Ni sus hijos despues de larga espera En sus rodillas se verán sentados.
Solía permanecer callado y taciturno algún tiempo, durante el cual Mendoza le seguía el humor y se mostraba más taciturno todavía, aunque sin motivo alguno. Al fin, cuando los malos pensamientos de Miguel se disipaban, rompía súbito el silencio poniéndose a cantar o a brincar, si es que no se le ocurría alguna cosa para embromar a su amigo: Oyes, Perico, ¿sabes lo que estoy observando?
Así se hizo: salió Benina, y llevó al poco rato un décimo del 4.844, el cual, visto por los otros, y oído cantar por el ciego, produjo en toda la cuadrilla lotérica la mayor confusión y desconcierto, como si por arte misterioso la suerte se hubiera pasado del uno al otro número.
Los claustros de tus Cuevas y tus Prados noche y día miráronse atestados de hijos nativos del saber amantes: hiciste héroes y armaste caballeros, y aun late en el cantar de mis troveros la dulcísima lengua de Cervantes. ¡Oh rica fabla espiritual!
¡Oh romanza que gustas cantar, la frente adormecida y las alas plegadas, entre las hojas verdes agitadas a lo lejos sobre algún lago umbrío, tú has sido para mí un papagayo de vivos colores, un pájaro muy familiar; tú me has enseñado a leer mi alfabeto, a balbucear todas mis primeras palabras, mientras que, niño de mirada sagaz, me hundía en huraños bosques.
Palabra del Dia
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