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Actualizado: 13 de junio de 2025
Esa exuberante amiga de las artes, que pinta como canta, ha escogido a Luciana para retocar clandestinamente sus obras maestras, y paga liberalmente su talento, y, sobre todo, su discreción. La felicité con un bravo un poco seco, saludé a la de Grevillois, muy ocupada en cumplimentarla para hacer caso de mí, y traté de descubrir a Luciana.
Gustaba del campo como un niño y no lo ocultaba; pero hablaba de él como hombre que en el campo habita, no como literato que lo canta. Había palabras que nunca pronunciaban sus labios, porque jamás conocí hombre que fuese más pudoroso que él en cierto orden de ideas, y la confesión de sentimientos llamados poéticos era un suplicio que estaba muy por encima de sus fuerzas.
Don Quijote creyó, sin duda, que aquél era el marqués de Mantua, su tío; y así, no le respondió otra cosa si no fue proseguir en su romance, donde le daba cuenta de su desgracia y de los amores del hijo del Emperante con su esposa, todo de la mesma manera que el romance lo canta.
Los indios tagalos forman melancólicos discursos, si la lechuza canta; tienen como buenos augurios el encontrar una culebra en la casa ó en el barco. Algunos creen en las hierbas amatorias. Estas y otras muchas falsas creencias, de las que aún quedan algunas reminiscencias, poco á poco las va desterrando la vívida luz del Evangelio y la civilización.
Empuñola Suárez, y comenzó a manejarla con singular destreza. ¿No canta usted? le preguntó la madre. Al tiempo de lavarme únicamente. Pues aquí la hermana San Sulpicio lo hace muy bien. Alguna vez la hemos oído en el colegio... el día del santo del superior, que es cuando se permiten esas cosas.
Busca en la quieta fuente la armonía del agua que hace santa la enorme soledad; busca en la ondulación de la corriente, que a veces llora y otras veces canta, el hondo arcano de la libertad. No interrogues al astro perdido en el zafir, por tu senda o tu rastro, o lo que ha de venir.
Trata de la libertad que dio el señor don Gaiferos a su esposa Melisendra, que estaba cautiva en España, en poder de moros, en la ciudad de Sansueña, que así se llamaba entonces la que hoy se llama Zaragoza; y vean vuesas mercedes allí cómo está jugando a las tablas don Gaiferos, según aquello que se canta: Jugando está a las tablas don Gaiferos, que ya de Melisendra está olvidado.
¡Que cante el virola! gritaba uno de los oyentes. ¡Tu madrina! contestole el guitarrero, que en efecto tenía los ojos más torcidos que una encrucijada. Cantá ché lo que has arreglao pa la Guardia Nacional.
¡Mira, si no te callas, te doy azotes!... Vamos, duérmete: si te duermes, te compraré un caballo para que vayas al Retiro montado como tu amiguito Julián... y después te llevo al Circo a ver los clowns... ¿no te acuerdas de los saltos que dan? ¡Qué saltos tan grandes sobre el caballo! ¿eh?... Y la niña rubia que se sube al trapecio, ¡qué bonita!, ¿eh?... Y después vamos a casa de Julianito, y comerás dulces... y otro día iremos a Leganés a ver a la tía Adelaida para que te regale el pajarito de cristal que canta dándole cuerda... y lo traeremos para casa, ¿verdad?... ¿No te gusta?
Haz cuenta que de sus manos En el olvido cayeron. Volveréme habiendo visto Las damas y caballeros, La iglesia, el palacio, el parque, Los edificios, y pienso Que traeré de allá mal gusto Para vivir entre tejos, Robles y encinas, adonde Canta el ave y ladra el perro. No, Nuño, no aciertas bien.
Palabra del Dia
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