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Actualizado: 30 de abril de 2025
Necesitaba un dolor profundo para humanizarse y hacerse capaz de sentir compasión. Pero Perla tenía tiempo sobrado para ello. Ven, hija mía, dijo Ester; vamos á sentarnos en el bosque y á descansar un rato. Yo no estoy cansada, madre, replicó la niña; pero tú puedes sentarte si quieres, y entretanto contarme un cuento. Un cuento, niña, dijo Ester, y ¿qué clase de cuento?
Finalmente, la pintura de esta cabeza de Góngora es más seca, dura y cansada que muchas de las que hizo antes de venir a Madrid el soberano artista a quien se atribuye.
Al abandonar la provincia, y al entrar en la de la Laguna, no pudimos menos de volver la vista al brumoso horizonte que dejábamos, y al divisar los confusos contornos del Banajao alumbrados por la cansada luz de la caída de la tarde, sentimos una verdadera y tierna emoción al abandonar, quizás para siempre, aquel coloso á cuya sombra ha nacido este pobre hijo mío.
Siempre lo mismo, siempre igual. Mi vida, cansada está de sus antiguos vuelos, y estúpida persigue la medida carrera de dos rieles paralelos. ¡Siempre igual!... Hay la misma establecida mudéz indescifrable de los cielos; la misma torpe humanidad vencida besando la cadena de sus duelos.
A la lista de los conocidos podría añadirse otra considerable de los que principal ó exclusivamente corresponden á los reinados de Felipe IV y de Carlos II, pero sólo se conservan noticias importantes de un número muy escaso de estos actores ó actrices; y como su nomenclatura árida es cansada y molesta, nos limitamos á hablar sólo en los párrafos subsiguientes de los más famosos.
¡Duquesa! No os quiero engañar... desde hoy... ¿Qué...? Dejo de ser camarera mayor. Meditad lo que hacéis dijo el duque alarmado... fuera vos de palacio, no podéis ayudarme á hacer el bien del reino. Estoy cansada, don Francisco... sufro mucho... lo que pasó anoche en palacio... ¿Pero qué pasó anoche?
Más de cuarenta procesos estaban en suspenso, esperando que tuviera la bondad de dejarse coger. ¡Pero bueno era él! Saltaba como una cabra, conocía todos los rincones de la sierra, partía de un balazo una moneda en el aire, y la Guardia civil, cansada de correrías infructuosas, acabó por no verle. Ladrón... eso nunca.
Martínez no entendía, y tomando por burla lo que sólo era cansada muletilla de Villamelón, tanto Martínez y tanto ¿me entiende?, se apresuró a responder algo amostazado: ¿En gozar?... ¡O en reventar, señor marqués, que no es lo mismo!... ¡No, no, no y mil veces no, Martínez! Eso es una de tantas preocupaciones. ¿Me entiende usted?
Habíanse sucedido al lado de él varias parejas de padrinos, fatigados de seguirle en el relampagueo de su trabajo; pero los que ahora le acompañaban tenían que gritar ¡haup, haup, haup! con más lentitud, esforzándose en vano por animarle y enardecerle, tirando de él con la palabra como si fuese una bestia cansada y vacilante que se encabritase bajo el látigo, sin poder salir de su paso.
Yo soy el amante de una loca lasciva... de una enferma que tiene derecho a mis caricias; pero un derecho que no es como el tuyo; como el tuyo, que no reconocen los hombres, pero que a mí me parece el más fuerte, aunque sutil, invisible. Tu derecho... y el mío. El de mi alma cansada.
Palabra del Dia
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