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Actualizado: 30 de abril de 2025
Cansada yo de negársela, sin conseguir que desista, que me respete, que forme de mí la opinión que debe y que me trate como se trata a una mujer honrada, he accedido a la cita para que venga y vea y sepa quién soy, y para tratarle como merece. ¡Animas benditas! exclamó doña Inés, poniéndose las manos en la cabeza . Tú no sabes lo que has hecho. Eso es aventuradísimo.
Cansarse ¡es tan natural!». Ella misma, la Regenta, estaba bien cansada de aquella sombra en que había vivido siempre. ¿Sería algo nuevo, algo digno de ser amado aquello que el Magistral le había prometido?
Determinan entonces instituir, sólo en su obsequio, la orden de Cristo, y así todos quedan contentos. Esta orden es la de Portugal. Y, sin embargo, esto lo hacen sin malicia, y preferirían morir á faltar al respeto que merece la religión. Los autos se representan por espacio de más de un mes, y estoy tan cansada de verlos, que me propongo, en cuanto pueda, no asistir á ellos.»
Fernanda no había presenciado nada de esto. Estuvo a primera hora en el bosque, haciendo de ninfa pudorosa como sus compañeras; pero cansada pronto del papel, se apartó de ellas y comenzó a discurrir por los lugares más solitarios.
Al principio Ana se había dejado llevar a paseo, a todos los paseos, al teatro, a la tertulia de Vegallana, a las excursiones campestres; pero pronto se declaró cansada y opuso una resistencia pasiva que no pudieron vencer D. Víctor y la del Banco.
Surgió en su interior una repulsión de casta, al pensar que pudiera protegerle aquel compatriota de gustos ordinarios. No le era antipático; pero nunca le admitiría como un igual. Elena acabó por irritarse, cansada de sus protestas.
Adriana se sorprendió de que a ratos la hablaran con un tono de voz cansada, como midiendo las sílabas y con cierta reserva en la dejadez amable de las palabras. Le llamaron la atención sus manos largas y finas, ligeramente deformes y de una blancura extraordinaria.
Sin duda estaba allí Clara cansada de esperarle, desconfiada de verle otra vez. Entró en el zaguán y subió la escalera tan agitado y palpitante, que al llegar á la puerta se detuvo porque apenas podía respirar.
Adquirían un sentimentalismo conmovedor, una unción religiosa en el silencio del campo, como si aquella poesía ingenua y gallarda, cansada de rodar sobre las mesas, manchadas de vino y de sangre, se rejuveneciera al tenderse soñolienta en los surcos de la tierra bajo los pabellones de pámpanos. La voz de María de la Luz era famosa en la ciudad.
Se apiadarán de mí al verme tan vieja, tan cansada.... Pero á pesar de su cansancio se irguió, con un gesto de altivez ofendida. No había mendigado nunca, y á los setenta años era tarde para empezar. Debo verle...necesito verle. La fatiga le hizo caer en un banco entre dos árboles del bulevar. Brillaban en la penumbra las puertas de cafés y tabernas como bocas de horno.
Palabra del Dia
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