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Una sonrisa seráfica iluminó su rostro de repente, y volviéndose a Petra, señaló a la galería: ¡Es mi macho! ¡es mi macho! ¿oyes? estoy seguro... ¡es mi macho!... y tu amo que decía... que su canario... que iba a cantar primero... oyes... ¿oyes? es mi macho, se lo he prestado quince días para que lo viese vencer... ¡es mi macho!

Si estuviera sola propiamenti, con el primer tiru le bastaba, si era míu; pero como está encuevá, ¡vaya usté a saber!... Hay que mirar las cosas. En resumen, ¡canario! ¿vosotros vais con alguna confianza? Y si no la yeváramus, no juéramus. Pues mañana, cuando sea hora de emprender la marcha, entras en mi cuarto; y si estoy dormido, me despiertas.

Yo no haré sino lo que sea conveniente, aunque tenga que ponerme un vestido amarillo color canario, y preferiría que fuerais vos la que eligierais y me dejarais llevar lo que os place. ¡Ya estáis otra vez con el mismo tema! No cambiaríais de tono aunque hablarais la semana entera.

Todo hacía presumir que era un canario dichoso que daba por bien perdida la libertad a cambio de ser cuidado y atendido por una niña tan linda y estar facultado para dar cuando quisiera algunos picotazos en sus mejillas sonrosadas.

A ti debiera Dios darte un canario de alcoba todos los años». Las ganancias del establecimiento no eran escasas; pero los esposos Arnaiz no podían llamarse ricos, porque con tanto parto y tanta muerte de hijos y aquel familión de hembras la casa no acababa de florecer como debiera.

Cuando Lita iba a Robacío, era la alegría de la casa: ni canario en jaula de oro podía compararse con ella.

Uno de los fusilados en esa ocasión fué Frasquito, muchacho andaluz muy popular por sus chistes y agudezas, y que era el amanuense de Rodil. Al recibir Rodil la carta u oficio en que Canterac le transcribía el artículo de capitulación concerniente al Callao, exclamó furioso: ¡Canario! Que capitulen ellos que se dejaron derrotar, y no yo. ¿Abogaderas conmigo?

Como canario en jaula: ahora paece un pardillo o un gorrión, porque está mal vestía; pero si la tuviera un señor, con güena casa y mejor ropa..., ¡vaya una pájara bonita! Por supuesto que tié en la cara una bondad y así unas trazas de muchacha de las que no se echan a perder... ¿Cómo se llama? No me acuerdo bien; pero el nombre no es bonito: creo que es Crisanta, o Cristina, o Críspula.

Se quisiera usted volver todo orejas dijo la tía María, que había entrado en el cuarto sin que él lo hubiese echado de ver . ¿No le he dicho a usted que es un canario sin jaula? Ya verá usted. Y con esto se salió al patio y dijo a Marisalada que cantase una canción. Esta, con su acostumbrado desabrimiento, se negó a ello.

Marta lanzó un grito de dolor. ¡Dios mío, se ha ido! ¿Se ha ido? ¡! ¿Muy lejos? Se perdió de vista. ¡Pues señor, la hemos hecho buena! Ricardo subió a la ventana, y siguiendo la dirección del dedo de la niña miró y remiró hasta sacarse los ojos, sin ver absolutamente nada que semejase de una legua a canario. Cuando volvió la vista a Marta observó que por sus mejillas rodaba una lágrima.