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Actualizado: 18 de julio de 2025


Esta caja, señoras y señores, continuó el americano, contenía un puñado de cenizas y un pedazo de papiro, donde había algunas palabras escritas. Véanlo ustedes, pero les suplico no respiren con fuerza porque si parte de la ceniza se pierde, mi esfinge aparecerá mutilada.

Debía de estar ya perturbada su razón porque fuera de , aplicando los labios a las ranuras del ventanillo, dijo: «¡Abre que te quiero matarNo contesté... pasaron unos instantes en silencio: de repente sonó un tiro que retumbó en la caja de la escalera, como si fuese un trueno; luego el chocar de un cuerpo contra el entarimado del piso, y enseguida el caer de algo que debió de ser el revólver... Afortunadamente, en aquel momento salían dos caballeros del cuarto tercero alumbrados por un criado.

A las ocho se sacó a Celestina de la «casa mortuoria» y el cuerpo, metido ya en su caja de pino, lisa y estrecha, fue depositado sobre el mostrador de la tienda vacía, a las diez. No volvió a parecer por allí ningún sacerdote ni beata alguna. Mejor decía don Pompeyo, que se multiplicaba. Para nada queremos cuervos exclamaba Foja, que se multiplicaba también.

Todo se andará, Y escucha, prenda, que el bien y el mal nunca vienen solos. Lo que tiene gracia es que ese caballero está liado con una señora de alto copete, condesa creo que es, y para verse con seguridad han puesto un cuartito..., ¡vaya un gabinete!, donde tienen sus citas. ¿Y nosotros qué sacamos con eso? Ahora lo verás. Te digo que es un gabinete como una caja de dulces: ¡con un lujo!

Este aviso fue lo que generalizó la dispersión, mientras el sacerdote sacaba los Oleos ocultos, guardándolos en una caja de madera pintada. El también, apenas hubo ocultado el sacro depósito, salió corriendo, para ocupar su sitio en la plaza antes de la salida de la cuadrilla. La muchedumbre había desaparecido.

Eran como los directores de ciertos Bancos, que charlan en el ventanillo de la caja, sonríen, remueven las llaves, infunden esperanzas, pero no hacen el más pequeño préstamo á crédito, ni el más leve anticipo sobre promesas lejanas. Las vírgenes locas iban á triunfar finalmente en su desesperada batalla con los hombres.

¡Buen día...! ¡Superior, hija, superior! exclamaba Cirilo después de comer, reclinado cómodamente en una butaca y saboreando una taza de café al par que chupaba un fragante tabaco de la caja que el día antes le había regalado Reynoso. ¿Te has divertido? ¿Has estado a gusto con tu mujercita? le respondía Visita, que también tomaba café sentada a su lado en una sillita baja.

Asi, con esta seguridad nada menos, y por ante escribano, en público documento, comprometíase la «física y cirujana,» á curar al desdichado Pedro de Ortuño, cuyo cuerpo, bien podría compararse con la famosa caja de Pandora, según los males que le aquejaban.

Luego las mujeres aquellas cubrieron de vistosos paños una mesa, arreglándola como un altar, y sobre ella fué colocada la caja.

Pero como las dos toneladas de una viga, mientras no están en el puerto, no pesan dos escrúpulos en caja, Castelhum y Cía. distaban muchísimas leguas de estar contentos.

Palabra del Dia

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