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Así es que se daba el infeliz al diablo, y de fijo hubiera hecho pacto con él, entregándole su alma, si de la noche a la mañana le hubiese transformado de torpe en ágil y de enclenque en robusto, concediéndole la virtud de patinar, valsar, cabalgar, esgrimir, torear, cazar y velocipedear.

Tomando el tente en pie que nos sirvió el tabernero con excelente voluntad y poquísima limpieza, y reanimados los bríos de las cabalgaduras con no qué brozas nutritivas que se hallaron en el pajar de la taberna y en el granero de un vecino, volvimos a montar Neluco y yo para seguir nuestro camino, del que nos faltaba todavía lo más largo y lo peor, según el médico me dijo al cabalgar.

Una cosa me agrada de él... para que veas que todo no ha de ser malo... Quiere mucho a mi Joaquín, lo acaricia, le cuenta cuentos, lo pone a cabalgar sobre sus rodillas, le lleva dulces y juguetes... Esto sólo hace que le respete y le estime un poco, ya que no pueda de ningún modo quererle ni estimarle. JOAQUÍN. Has hecho de él la gran pintura.

Tiburcio solía cabalgar junto a él y procuraba consolarle y entretenerle con pláticas amenas y con juiciosas reflexiones. El mal y el bien dijo una vez , la próspera o la adversa fortuna carecen a menudo de ser real y dependen de nuestro modo de entender las cosas. De aquí que yo pueda afirmar razonablemente que no debes quejarte de tu suerte, sino tenerla por próspera.

Mi primo Currito volvió a embromarme sobre mi manera de cabalgar y sobre la mansedumbre de mi mula: me llamó teólogo, y me dijo que sobre aquella mula parecía que iba yo repartiendo bendiciones. Esta vez, ya con el firme propósito de hacerme jinete, contesté a las bromas con desenfado picante. Me callé, con todo, el compromiso contraído de aprender la equitación.

Aunque la Princesa y sus amigas hubiesen querido ir caballeras hasta la ermita, no hubiera sido posible. El camino era más propio de cabras que de camellos, elefantes, caballos, mulos y asnos, que, con perdón sea dicho, eran los cuadrúpedos en que se solía cabalgar en aquel reino. Por esto y por devoción fue la Princesa a pió y sin otra comitiva que sus dos confidentas.

Joven dijo, basta ya de cabalgar solo o poco menos, por estos alrededores. No puede usted volver a hacerlo, sin que le acompañemos media docena de nosotros. ¿Sabe usted lo que le ha pasado a Berstein? El caballero de este nombre, uno de los de mi séquito, era un arrogante mozo, casi tan alto como yo, y de caballo muy parecido al mío.

Hasta los generales llevaban el rifle atravesado sobre el delantero de la silla. La única infantería era la de los yaquis, indios montañeses que no habían querido aprender de los conquistadores españoles el arte de cabalgar y mostraban aún cierta repugnancia ante el caballo.

No paró todo en esto. Durante su viaje por Alemania, Amaury no había montado a caballo, o por lo menos no lo había hecho en caballo de su gusto y estaba deseoso de cabalgar, tanto como puede estarlo un buen jinete privado por largo tiempo de su ejercicio favorito; así, todas las mañanas salía a pasear sobre su fiel Sturm, dando sus matinales paseos a capricho del noble bruto que parecía seguir con fruición el mismo camino que en otro tiempo.

Todo español era soldado. Las continuas algaradas, cabalgadas y rebatos en los límites de los reinos musulmanes y cristianos obligaban al labriego a arar la tierra con las armas prontas. Una operación agrícola costaba muchas veces una batalla. El árabe le enseñó a cabalgar en corceles indómitos; la tradición del país, que databa de los auxiliares de Aníbal, hacía de él un peón infatigable.