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Actualizado: 22 de mayo de 2025


La vida de zagalona rústica no hay que pensar en hacerla de nuevo. Dios me libre también de recaer en la mala tentación de presumir de princesa. Nada de volver con la cabeza al aire y con el cántaro por esos andurriales; y nada tampoco de ponerme el magnífico vestido de seda mientras no gane posición, autoridad y título duradero, suficiente y legítimo, para tamaña audacia.

Que nadie se tome con su gobernador ni con el que le manda, porque saldrá lastimado, como el que pone el dedo entre dos muelas cordales, y aunque no sean cordales, como sean muelas, no importa; y a lo que dijere el gobernador no hay que replicar, como al "salíos de mi casa y qué queréis con mi mujer". Pues lo de la piedra en el cántaro un ciego lo verá.

La moza de cántaro, en la cual dice haber escrito 1.500 comedias, y Las bizarrías de Belisa, á cuya conclusión manifiesta haberse consagrado de nuevo á las musas, á quienes había abandonado, son dos composiciones de los últimos años de su vida, por cierto de las más bellas.

Entre seria y afable, que el alma de cántaro aquel debió de quedarse cortado. Después eran pormenores sobre los cuidados del hijo a la madre en su última enfermedad.

Que darme yo á entender que la hermosura Que llevar un cántaro á la fuente, 2400 Por engastar el barro en nieve pura Del cristal de una mano trasparente, No pudo proceder de sangre obscura, Y nacer entendida humildemente, Es vano error, pues siempre amando veo 2405 Calificar bajezas el deseo.

Batiste, escudriñando la taberna, se fijó en el dueño, hombrón despechugado, pero con una gorra de orejeras encasquetada en pleno estío sobre su rostro enorme, mofletudo, amoratado. Era el primer parroquiano de su establecimiento: jamás se acostaba satisfecho si no había bebido en sus tres comidas medio cántaro de vino.

Una cosa es la densidad y la firmeza, y otra el desaforado volumen. La moza que desde niña trabaja, anda mucho y va a la fuente que está en el ejido, volviendo de allí con el cántaro lleno, apoyado en la cadera, o con la ropa lavada por ella en el arroyo, es fuerte, pero no gorda.

¡No necesito más! ¡La Trini! exclamó Tristán riendo también; luego añadió bajando la voz : Efectivamente... rubia con ojos negros... no es extraña la equivocación. ¡No digas sandeces, Tristán! Si tu cuñada te oyese te arrancaría los ojos. ¡Confundir una madonna de Rafael, una estatua de Praxíteles con esa moza de cántaro! Y a propósito, ¿te pega mucho Clara? ¡Todavía no! exclamó el poeta riendo.

Mientras tanto, las cestas de Nelet y Visanteta se llenaban hasta los bordes, y en el rostro de los dos criados iba marcándose el gesto de mal humor. ¡Vaya una compra! El bolso de doña Manuela parecía un cántaro sin fondo que iba regando de pesetas todo el Mercado. Abandonaron las carnicerías para entrar en el mercado de la fruta, entre los dos pórticos.

Porque es de saber que aquéllas la encontraban ordinaria hasta el extremo, una verdadera moza de cántaro, y se reían de su encogimiento y rudeza; pero éstos la consideraban un bocado exquisito, un pimpollo, y chasqueaban la lengua y ponían los ojos en blanco siempre que de la niña de Moscoso se hablaba.

Palabra del Dia

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