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Actualizado: 3 de junio de 2025
Iba casi todas las tardes al salir de la Bolsa para decirle el alza o baja de sus valores; otros días se plantaba a almorzar sin previo aviso; como tenía la costumbre de escribir las cartas donde le pillaba se ponía a escribir en la mesa del pobre Gabriel; y por último, sabiendo que Emilia no salía de noche y que jugaba al tresillo con varias amigas se presentaba dos o tres veces por semana pidiendo por amor de Dios un ratito de conversación y una taza de té, y allí se estaba hasta que entre burlas y veras había que echarle.
Las reglas del duelo que se desenvuelven en las comedias, son la tinta con que se borra el Evangelio de Jesucristo, enseñando que á esta deidad de la venganza, idólatra y bárbara, se ha de sacrificar la fortuna, la tranquilidad y la vida; y lo que es más: que mientras se levanta en la escena al amor un altar soberano, hasta este mismo amor ha de ofrecerse en holocausto sobre él á ese soñado honor. ¿En dónde se discuten con más escrupulosa exactitud los fundamentos de ese punto de honor? ¿En dónde se demuestran más á fondo las reglas que han de presidir los desafíos? ¿En dónde se defiende con más rigor la obligación de provocarlos? ¿En dónde se combate con más energía la entereza necesaria para rehusarlos? ¿En dónde se vierten más burlas y sarcasmos contra el menor escrúpulo, que pueda surgir acerca de la más mínima observancia de creencias tan insensatas? ¿En dónde, por último, se aprueba y glorifica más la rígida obediencia á estos mandatos tan paganos como bárbaros?
Merece observarse también, que en algunas de estas composiciones ofrece Calderón personajes, con el objeto, según parece, de burlarse con seriedad de su artificioso estilo gongorino. Tales son, por ejemplo, los de Beatriz y Moscatel en No hay burlas con el amor.
Ese fue para los dos un rudo golpe. Martín, como de costumbre, ocultó su pesar sin decir nada; Juan de naturaleza más animada manifestó un dolor inconsolable, hasta el punto de tener que sufrir, en el momento de la marcha, mil burlas de sus camaradas. Pero su dolor no fue de larga duración.
Durante todo el almuerzo hablaron del servicio, y a cada cosa que decían miraban a Maximiliano como impetrando su asentimiento. El joven observó que su hermano estaba serio con él, pero aquella seriedad indicaba que le reconocía hombre, pues hasta entonces le trató siempre como a un niño. El estudiante esperaba burlas, que era lo que más temía, o una reprimenda paternal.
Algunas, por su donaire, llamaban la atención y lucían la viveza de su ingenio en medio de un grupo que las aplaudía, mientras el pobre hombre víctima de sus burlas, con el rostro encendido y desfigurado por una sonrisa forzada, hacía inútiles esfuerzos por exprimir el ingenio y sacar de él alguna respuesta graciosa.
Yo me inclino a presumir que, ofendido el boticario por las burlas de Serafina sobre el mencionado negocio, divulgó contra ella lo que voy a contar como me lo han contado, sin-responder de que sea verdad, exageración o mentira.
Mas ella se reía mucho, porque como yo la había dicho que sabía hacer burlas y encantamentos, pensó que había caído por gracia y nigromancia y no hacía sino decirme que subiese, que bastaba ya. Con esto y con los palos y puñadas que me dieron, daba aullidos; y era lo bueno que ella pensaba que todo era artificio y no acababa de reír.
El de abajo era el nuevo, el de los días de fiesta y lo desenfundaba cuando iba a Jerez. En los días de labor, no osaba dejarlo en el cortijo por miedo a los compañeros, que se permitían toda clase de burlas con él porque era «un pobrecito gitano», y lo cubría con el viejo para que no perdiese el color gris y sedoso que era su orgullo.
FURRIER. ¿De burlas habían de ser, señor Gobernador? ¿Está en su seso? JUAN. Bien pudieran ser atontonelados; como esas cosas habemos visto aquí. Por vida del autor, que haga salir otra vez a la doncella Herodías, por que vea este señor lo que nunca ha visto; quizá con esto le cohecharemos para que se vaya presto del lugar.
Palabra del Dia
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