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Actualizado: 27 de junio de 2025
Al año siguiente quedó vacante la plaza de aposentador de palacio: solicitada por varios pretendientes favorecidos por distintos personajes que componían el Bureo, la pidió también Velázquez expresando en su memorial dirigido al Rey «que ha muchos años que se ocupa en el adorno y compostura del aposento de V. M. con el cuidado y acierto que a V. M. le consta, y suplica a V. M. le haga merced de este oficio, pues es tan ajustado a su genio y ocupación» .
Entráron Cunegunda y la vieja en bureo, y esta dixo: Señorita, vm. tiene setenta y dos quarteles y ni un ochavo, y está en su mano ser muger del señor mas principal de la América meridional, que tiene unos estupendos bigotes, y así no viene al caso echarla de incontrastable firmeza.
Soltero, con alguna hacienda adquirida en los negocios de vinos, espléndido con las mujeres, ostentoso en el vestir dentro de su clase, aficionado á la broma y bureo, pero sosteniéndose siempre en los límites que marca la prudencia, esto es, sin pasar á la categoría de borracho ó perdido. Todos le conocían y en todas las clases se había granjeado simpatías por su carácter abierto y servicial.
Y asimismo se le a de acudir con los demás emolumentos que tienen los dhos Barberos de mi Cámara. Esta rubricado por el Rey. En M.d a 9 de Febrero 1629. Al Bureo. Felipe IV. Casa. Pago de «Los borrachos» y otras obras. Diego Velázquez, pintor, cargo de cuatrocientos ducados en plata. Los trescientos a cuenta de sus obras y los ciento por la de una pintura de Baco que hizo para servicio de S. Magd.
Algunos días estuvo encubierta y solapada en la sagacidad de mi recato esta maraña, hasta que me pareció que la iba descubriendo a más andar no sé qué hinchazón del vientre de Antonomasia, cuyo temor nos hizo entrar en bureo a los tres, y salió dél que, antes que se saliese a luz el mal recado, don Clavijo pidiese ante el vicario por su mujer a Antonomasia, en fe de una cédula que de ser su esposa la infanta le había hecho, notada por mi ingenio, con tanta fuerza, que las de Sansón no pudieran romperla.
Esto, después de aquel famoso fallo del Real Consejo de Hacienda eximiendo del pago de la alcabala a la pintura y reconociéndola como arte liberal, cuando en las cuentas del Bureo continuamente se hablaba de pagos y atrasos cobrados por Velázquez como pintor del Rey, es de lo más tristemente cómico que puede imaginarse y de lo que mejor pinta la necia vanidad de entonces.
Madrid a 18 de Mayo de 1648. Hasta pasados cinco meses no hizo caso el Bureo: por fin, en Octubre del mismo año cumplió el decreto. Hallábase entonces preparada para salir de Madrid la numerosísima embajada que presidida por el Duque de Nájera y escoltada por veinticuatro soldados de la guardia española, había de recoger en Trento a la Archiduquesa doña Mariana de Austria, futura esposa del Rey.
Ambos solteros y sin ninguna gana de cambiar de estado, aficionados á las cañas y al bureo, aunque en este particular y en la esplendidez característica que el vino andaluz despierta en los naturales, el viejo sacaba mucha ventaja al joven. De aquí sus eternas y graciosas disputas así que al señor Rafael se le encaramaba un poco el manzanilla en la cabeza.
Al Rey debió de agradarle mucho la obra y alguna más que pintara por entonces Velázquez; pero como la Tesorería de la Intendencia de Palacio, que se llamaba el Bureo, no era ni mucho menos un modelo de exactitud en los pagos, el artista tuvo que hacer una reclamación, atendida la cual quedó aclarado que aquella famosa ración de doce reales, concedida por todo lo que pintase y que tanto enorgulleció a Pacheco, se refería a los retratos del Rey y no a los demás cuadros; dándose Velázquez por contento.
Palabra del Dia
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