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Federico Bullen avanzó un paso, titubeó y miró por encima del hombro la desierta sala. Reinaba el silencio más profundo. Con súbita resolución se inclinó sobre el dormido muchacho, separando con ambas manos sus grandes bigotes.

Lo ocurrido es muy natural; la desvergonzada mozuela se ha encajado en la iglesia, no vestida humildemente, según su clase, sino con el lujo escandaloso de las mujeres cortesanas que bullen en las grandes ciudades y que son la perdición de los hombres. ¿De dónde ha salido el traje que llevaba puesto? Aquí nadie lo ignora. Era regalo de usted. No he de negar yo que era regalo mío.

Es la verdad; y también bullen y peroran en los soportales de la plaza, y a la puerta de la Colegiata cuando entra o sale la gente, y en la Glorieta, y en la Chopera, y en el Casino y donde quiera que haya público que los oiga. Han tenido hasta conatos de un periódico semanal; pero la falta de una imprenta en la villa les aguó la fiesta.

Así protestan; pero no triunfan, porque la ley de los más se impone al cabo. »Se va extendiendo demasiado esta carta, y aún me resta hablar a usted de los hombres; no mucho, porque habría de sucederle a usted con los que bullen y «dan el tono», lo propio que con las hembras equivalentes: no los conocería por más que se los fuera citando uno a uno.

Don Pedro expresa en un monólogo los afectos encontrados, que bullen y luchan en su alma, por ser él el pretendiente de Violante; y aunque por una parte los deberes de la amistad exigen que lo declare, sin embargo, por otra ha prometido á Violante guardar el silencio más absoluto acerca de sus relaciones amorosas; no puede evitar tampoco, al oir la confesión de Don Jerónimo, cierto arranque de celos, resolviendo, en su consecuencia, espiar con esmero á su amada, para averiguar si le guarda la fidelidad debida.

No estoy conforme con el palacio de la Bolsa, como no lo estoy con el palacio de la Industria, ni con otros muchos palacios que por aquí bullen, despertando en mi alma recuerdos penosísimos, tristes y lamentables contradicciones. ¡Palacio de la Industria! ¡Y el industrial no tiene dónde vivir! ¡Y el obrero tiene que ir á buscar una vivienda más allá del recinto de la ciudad, á Batiñoles!

No te levantes prosiguió, cuando el viejo hizo un movimiento para librar su manga de la mano de Juanito. No hagas cumplidos. Puedes quedarte ahí donde estás; me voy al instante. Ya están aquí. Llamaron suavemente a la puerta. Federico Bullen abriola, con un ademán se despidió del viejo y desapareció.

Nada hay más peligroso para el hombre que pasar en breve tiempo por todas las ilusiones de una larga vida; y Jacobo, con ese afán de gozar que caracteriza la sociedad presente, que teme dejar para mañana el placer de que puede disfrutar hoy, que precipita las edades y pasa de la infancia a la vejez decrépita, suprimiendo la juventud si es que por juventud se entiende esa edad venturosa en que brotan del corazón nobles impulsos y bullen en la mente generosas ideas, que constituyen más tarde, después de solidificadas, los grandes caracteres; Jacobo, decíamos, había recorrido aquella larga jornada en menos de treinta años...

El pueblo francés es solamente lógico en aparentar que tiene olvidada á la Inglaterra. Ya he dicho que Paris es un cartel inmenso. Si al arbitrio particular quedara, el mercader parisien pondria anuncios de sus géneros hasta en la cabeza de un calvo. ¿Cuántas vidas serian necesarias para leer todos los rótulos y papeles impresos que bullen sin cesar por esta Babel?

También digo que si grata es la tarea de fabricar género humano recreándonos en ver cuánto superan las ideales figurillas, por toscas que sean, a las vivas figuronas que a nuestro lado bullen, el regocijo es más intenso cuando visitamos los talleres ajenos, pues el andar siempre en los propios trae un desasosiego que amengua los placeres de lo que llamaremos creación, por no tener mejor nombre que darle.