Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 5 de octubre de 2025
Una de ellas era Linda; se acercó al sepulcro de Zalacaín y dejó sobre él una rosa negra; la otra era la señorita de Briones, y puso una rosa roja. Catalina, que iba todos los días al cementerio, vió las dos rosas en la lápida de su marido y las respetó y depositó junto a ellas una rosa blanca. Y las tres rosas duraron mucho tiempo lozanas sobre la tumba de Zalacaín.
Martín felicitó a Briones por sus ascensos. Sí, no estoy descontento dijo el comandante ; pero usted, amigo Zalacaín, es el que avanza con rapidez, si sigue así; si en estos años adelanta usted lo que ha adelantado en los cinco pasados, va usted a llegar donde quiera. ¿Creerá usted que yo ya no tengo casi ambición? ¿No? No.
¿Ven ustedes este pañuelo blanco? dijo . Mañana al amanecer lo verán ustedes en este palo flotando sobre Laguardia. ¿Habrá por aquí una cuerda? Uno de los oficiales jóvenes trajo una cuerda, y Martín y Bautista, sin hacer caso de las palabras de Briones, avanzaron por la carretera. El frío de la noche les serenó, y Martín y su cuñado se miraron algo extrañados.
Y Rosita, al cantar esto, miraba a Martín de tal manera con los ojos brillantes y negros, que él se olvidó de que le esperaba Catalina. Cuando salió de casa de la señora de Briones, eran cerca de las once de la noche. Al encontrarse en la calle comprendió su falta brutal de atención. Fué a buscar a su novia, preguntando en los hoteles. La mayoría estaban cerrados.
Hay allá arriba una explanada grande. Si los carlistas se parapetan entre las rocas van a hacer una mortandad terrible. Briones dió cuenta al general de lo dicho por Martín, y aquél ordenó que medio batallón fuera por el lado indicado por el guía. Mientras no oyeran los tiros del grueso de la fuerza no debían atacar.
El sendero tan pronto se acercaba a la torrentera, llena de malezas y de troncos podridos de árboles, como se separaba de ella. Los soldados caían en este terreno resbaladizo. A cierta altura, el torrente era ya un precipicio, por cuyo fondo, lleno de matorrales, se precipitaba el agua brillante. Mientras marchaban Martín y Briones a caballo, fueron hablando amistosamente.
Sí. Yo les esperaré en la carretera, junto al alto de Maya. Martín se despidió del general y de Briones, y volvió a Añoa, para tranquilizar a su mujer. Contó a Bautista su conversación con el general; Bautista se lo dijo a su mujer y ésta a Catalina. A media noche, se preparaba Martín a montar a caballo, cuando se presentó Catalina con su hijo en brazos.
No habían comenzado a oirse los primeros tiros, y Briones y su gente esperaron tendidos entre los matorrales. Martín sentía como un remordimiento al pensar que aquellos alegres muchachos iban a ser fusilados dentro de unos momentos. La señal no se hizo esperar y no fué un tiro, sino una serie de descargas cerradas. ¡Fuego! gritó Briones.
Rosita Briones y su madre doña Pepita le mimaban y le halagaban. De conocerlo, Martín hubiera podido recitar, refiriéndose a él mismo, el romance antiguo de Lanzarote: Nunca fuera caballero De damas tan bien servido Como fuera Lanzarote Cuando de su aldea vino. Rosita, durante la convalecencia, tuvo largas conversaciones con Martín. Era de Logroño, donde vivía con su madre.
En uno del Espolón le dijeron: «Aquí ha venido una señorita, pero está descansando en su cuarto.» ¿No podría usted avisarla? No. Bautista tampoco parecía. Sin saber qué hacer, volvió Martín a los soportales y se puso a pasear por ellos. Si no fuera por Catalina pensó era capaz de quedarme aquí y ver si Rosita Briones está de veras por mí, como parece.
Palabra del Dia
Otros Mirando