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En el mismo cuaderno se brindaba al doctor Chevirev, pero a condición de que se casase con ella y renunciase a Babilonia y al champaña. Demostraba que, desde el punto de vista económico, eso sería muy ventajoso para el doctor; una vez casada con él, dejaría de cobrar sueldo.

Pedí yo de beber, que los otros, por estar casi en ayunas, no lo hacían, y diéronme un vaso con agua, y no le hube bien llegado a la boca, cuando, como si fuera lavatorio de comunión, me le quitó el mozo espiritado que dije. Levantéme con grande dolor de mi alma, viendo que estaba en casa donde se brindaba a las tripas y no hacían la razón.

¡Pobre viejo! En las noches de soledad para él hacía traer a su lado la cuna de su hijita y junto a ella, cubierto de franelas y algodones, materialmente embutido en el hogar de la chimenea, pasaba las horas contemplando el rostro de aquel ángel que le brindaba sus primeras sonrisas y balbuceos. ¡Cuánta semejanza entre los niños y los viejos!

En este local se verificaban los banquetes políticos y las juergas: se brindaba con fogosa oratoria por la regeneración de la patria, y se mecían y ensanchaban las curvas femeniles con el vaivén del tango, al runrún de las guitarras, mientras en los rincones sonaban besos y chillidos y se rompían botellas.

Y pedí yo de beber, que los otros por estar casi ayunos no lo hacían, y diéronme un vaso con agua; y no le hube bien llegado a la boca, cuando, como si fuera lavatorio de comunión, me le quitó el mozo espiritado que dije. Levantéme con grande dolor de mi ánima, viendo que estaba en casa donde se brindaba a las tripas y no hacían la razón. Entretuvímonos hasta la noche.

Andaba la casa alborotada; pero, con todo, comía la sobrina, brindaba el ama, y se regocijaba Sancho Panza; que esto del heredar algo borra o templa en el heredero la memoria de la pena que es razón que deje el muerto. En fin, llegó el último de don Quijote, después de recebidos todos los sacramentos, y después de haber abominado con muchas y eficaces razones de los libros de caballerías.

Jacobo abrió la boca para replicar, pero el pañuelo a cuadros azules y amarillos, con algunos vivitos verdes, salió a relucir, y el padre Cifuentes añadió que creía, tenía entendido, le parecía probable que la señora marquesa de Sabadell estaba a punto de salir de Biarritz, y que en el caso de no encontrarla, lo más prudente y oportuno para el señor marqués sería dirigirse a la señora marquesa de Villasis, persona muy su amiga, de grandes luces y mayores virtudes, para la cual se brindaba a darle una carta suplicándole que las tomase ella en el asunto.

El sueño traía impíos disparates, ideas que eran profanaciones, y se desechaban para atenerse a los pecados veniales con que brindaba la realidad ambiente. Miradas y sonrisas, si la distancia no consentía otra cosa, iban y venían enfilándose como podían en aquella selva espesa de cabezas humanas. Se tosía mucho y no todas las toses eran ingenuas.

El tío Manolo, sereno, majestuoso, semejante a un dios, se fue a descansar, meditando como Ulises la muerte de los pretendientes. Quizá juzgaba incompatible el cargo de tutor diligente con los deberes que impone el yugo matrimonial, y prefería sacrificar en provecho de su sobrino los placeres inefables con que la familia le brindaba.

Entretenía Cervantes su tiempo antes de que conociese, por desgracia o ventura suya, a doña Guiomar, con los divertimientos y el humor alegre que por todas partes brindaba Sevilla a los que moraban en ella, y especialmente, con las juntas de poetas que se hacían, casa de un tal Arquijo, hombre muy dado a las buenas letras, y donde todos los que concurrían se esforzaban por lucir su buen ingenio.