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Actualizado: 6 de junio de 2025


Sobre las aguas obscuras se deslizaban como sudarios las velas de los pescadores huyendo mar adentro. Dos paladas vigorosas separaban su barca del pequeño muelle de rocas. Luego iba por las bordas desatando la vela, preparando las cuerdas, haciendo acostarse la embarcación sobre un flanco bajo sus férreas plantas.

Rasgaba la «sirena» de minuto en minuto con un aullido lúgubre esta noche blanca sobrevenida en plena tarde. A corta distancia de las bordas cerraba la bruma toda visualidad. Los que miraban abajo sólo veían unos cuantos palmos de superficie acuática. Más allá, el humo turbio y denso lo devoraba todo.

El bote se agitaba con movimientos más suaves que en la noche anterior. El cielo no tenía sobre sus ojos una nube que lo empañase; todo él estaba impregnado de oro solar. Las aguas se extendían más allá de las bordas del bote, formando una llanura de azul profundo y mate que parecía beber la luz.

Las lámparas se apagaban, por reglamento, a las ocho de la noche. Para esta hora había que tener colgadas las hamacas; las descolgábamos al salir el sol. La marinería y el contramaestre se alojaban a proa, en el sollado, y en las zonas cálidas, cerca del Ecuador, dormían en la cubierta y guardaban las telas de los coys arrolladas sobre las bordas.

Ambos buques se saludaron con los bramidos de sus chimeneas y pasaron muy próximos, pudiendo verse los pasajeros de uno y otro. Las bordas estaban ocupadas por figurillas semejantes a muñecos que agitasen automáticamente los brazos con un punto blanco en su extremidad: el pañuelo o la gorra.

Los hombres del buque se amontonaron en las bordas para seguir la marcha del bote que se alejaba. Tòni, al pie del puente, lo contempló también con ojos enigmáticos. Hermosa eres; pero ¡que la mar te trague antes de que vuelvas!...

El capitán, por el tubo acústico que descendía á las máquinas, gritó órdenes enérgicas para que desarrollasen toda la velocidad. Mientras tanto, el piloto, agarrado á la rueda, dispuesto á morir sin soltarla, dirigía el buque en zigzags para no ofrecer una puntería fija al submarino. Todos los tripulantes contemplaban desde las bordas el bastón lejano é insignificante del periscopio.

Á ellas hacen sin duda alusión las palabras del Almirante: la de atavío debe referirse á las pavesadas de paño colorado que ponían los bajeles de la época en las bordas y alrededor de la gata ó cofa, en fiestas y combates, según se ve en varias pinturas, singularmente en una de la iglesia de Zumaya, en que se representa combate de naos castellanas y portuguesas .

El oleaje rompía y entremezclaba los reflejos de los astros, haciendo danzar estas luces sin calor, lo mismo que fuegos fatuos. Volvió a lanzar sus bramidos el Goethe en la noche serena, manteniendo su marcha lenta, cual si no se atreviese a avanzar solo. Después de la comida se agolparon los pasajeros en las bordas, atraídos por una novedad.

En el castillo de proa algunos marineros empezaban los preparativos para levar el ancla. Oficiales y contramaestres recorrían la cubierta empujando a los vendedores haciéndoles cerrar a toda prisa sus fardos, cortando bruscamente la tenacidad de los últimos regateos. Deslizábanse los paquetes colgando de cuerdas desde las bordas a los botes que cabeceaban en torno de la escala.

Palabra del Dia

irrascible

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