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Actualizado: 19 de junio de 2025


Ella azotaba la lana con vigor y la falda subía y bajaba a cada golpe con violenta sacudida, dejando descubiertos los bajos de las enaguas bordadas y muy limpias, y algo de la pantorrilla. El Magistral seguía con los ojos los movimientos de la faena doméstica, pero su pensamiento estaba muy lejos.

Agradecido y entusiasmado, trajo entonces perlas de Ormúz, diamantes de Golconda y tejidos de seda, venidos del Catay y bordados con tal esmero y maestría, que no parecía labor de seres humanos sino de hadas y de genios. De la mejor y más estupenda de aquellas telas bordadas se prendó la dama incógnita, quiso comprarla, y pidió el precio.

Los anamitas, encuclillados, oyen la historia, que no cuentan los cómicos hablando o cantando, como en los dramas o, en las óperas, sino con una música de mucho ruido que no deja oír lo que dicen los cómicos, que vienen vestidos con túnicas muy ricas, bordadas de flores y pájaros que nunca se han visto, con cascos de oro muy labrados en la cabeza, y alas en la cintura, cuando son generales, y dos plumas muy largas en el casco, si son príncipes: y si son gente así, de mucho poder, no se sientan en las sillas de siempre, sino en sillas muy altas.

También parecía su rostro al que suelen poner los sastres a sus figurines; y era tan antipático y repulsivo como el de ellos. Vestía un batín de terciopelo color perla con muchos y primorosos adornos; traía en los pies zapatillas del mismo género y color con las iniciales bordadas en oro.

Tomé un bocado al rayar el día, en el ventorrillo de Dunán.... Pero allí dejé también la última moneda que me quedaba y por eso necesito llegar esta misma noche á Corvalle, donde nada me faltará. ¡Si vierais á mi hijo, tan arrogante, tan generoso! Olvido mis tribulaciones al figurármelo con su verde sayo de montero, bordadas sobre el pecho las armas del rey.

El cielo azul se me aparecía radiante y allá arriba resaltaba la serena cumbre de la montaña. Las nieves, bordadas por las aristas de las rocas como con delicados arabescos, brillaban con argentino resplandor y el sol las orlaba con un ribete de oro.

Donde no hay sitio para una fuente, se coloca un candelabro; donde no halla lugar un plato, se acomoda una taza; si no hay asiento para una jícara, se reprieta una copa; y por último, los huecos que quedan se rellenan con penachos de palillos de dientes, ó tiras bordadas de papel de colores. Todo se ha inspeccionado por las amas de la casa, todo se ha visto y todo se ha manoseado.

Por fin, todas las fracciones se han reunido en el cauce común; chocan las corrientes bordadas de espuma y luego juntas emprenden el camino hacia la llanura. La catarata es otra cosa distinta. En ella las aguas no se extienden sobre un ancho espacio para precipitarse luego al azar; se reúnen, al contrario, para lanzarse en masa compacta por el estrecho paso abierto entre dos puntas de roca.

Una panoplia antigua completa, otras dos modernas muy brillantes y bordadas; escopetas, pistolas y trabucos de todas épocas y tamaños llenaban las paredes y los rincones. En arcas y armarios guardaba don Víctor con el cariño de un coleccionador los trajes de aficionado que había lucido en mejores tiempos.

Casados casi todos ellos, con esposa e hijos en tierra, permanecen meses enteros separados de su familia dando bordadas por aquellas tan peligrosas costas, alimentándose solamente de pan enmohecido y cebollas silvestres. ¡Jamás beben vino, nunca comen carne, porque la carne y el vino cuestan caros, y su sueldo es sólo quinientos francos al año! ¡Figúrense ustedes si habrá obscuridad en la choza de allá abajo, en la marina, y si los niños irán bien calzados!... ¡No le hace!

Palabra del Dia

irrascible

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