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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Tiago había desaparecido, en su lugar se veía otra, estilo Luis XV; grandes cortinas de terciopelo rojo, bordadas de oro, con las iniciales de los novios y sujetas por guirnaldas de azahar artificiales, pendían de los portiers y barrían el suelo con sus anchos flecos, de oro igualmente.
Quiso el Rey Sabio poner coto al ánsia de lujo que dominaba á sus vasallos, y en el Ordenamiento de 27 de febrero 1256 prohibióles que trajesen «sillas ferpadas nin con oropel nin con argenpel, que tampoco emplearían en coberturas, perpunte, cofias y pendones, ni en las fundas de los escudos: que no usasen cascabeles etc., etc., prohibiendo también á las mujeres el uso de objetos de metales ricos, de camisas bordadas de oro; extremando estos rigores hasta en las comidas, en las fiestas de bodas y en la manera de vestirse los vencidos sarracenos.»
En el centro de ella hay una hermosa capilla adornada con cirios de cera blanca, con ricos osarios de paño negro y calaveras bordadas en plata; al pie del altar, a un lado, se ve un sencillo ataúd de pino, abierto y preparado; al otro lado, una cama compuesta de tres tablas y un saco de ceniza; en otro departamento, separado por una balaustrada, hay un hombre vestido de rojo, que reza arrodillado.
Veía los jinetes de la Guardia civil rompiendo la marcha, los timbaleros de la ciudad vestidos de rojo, y las cruces de las parroquias agrupadas sin orden en torno de la manga de la catedral, enorme, pesadísima, como un globo cubierto de figuras bordadas.
Aquí, como testigos de la escena que estamos describiendo, se encontraba el Gobernador Bellingham, con cuatro maceros junto á su silla, armados de sendas alabardas, que constituían su guardia de honor. Una pluma de obscuro color adornaba su sombrero, su capa tenía las orillas bordadas, y bajo de ella llevaba un traje de terciopelo verde.
El suceso ocurrió en 1806. El día de la Trinidad, por la mañana, se presentó a la vista de la ciudad de Ibiza una fragata con bandera inglesa, dando bordadas, fuera del alcance de los cañones del castillo. Era la Felicidad, el navío del italiano Miguel Novelli, apodado «el Papa», vecino de Gibraltar y corsario al servicio de Inglaterra.
A pesar de la ley musulmana, Sid'Omar bebe un poco de él, cuando los criados no pueden verlo... Al concluir la comida, pasamos a la habitación de nuestro huésped, donde nos ofrecen dulces, pipas y café... El mueblaje de este dormitorio es sencillísimo: un diván, algunas esteras; al fondo, un gran lecho altísimo sobre el cual hay almohaditas rojas bordadas de oro... Pende de la pared una antigua pintura turca representando las proezas de cierto almirante Hamadí.
Antes de que Ferragut alcanzase á preguntarle por Freya, con la vaga esperanza de que se hubiese refugiado en el hotel, este hombre le dió una noticia. Capitán, aquí ha estado su hijo esperándole. El capitán balbuceó, desorientado: «¿Qué hijo?...» El hombre de las llaves bordadas trajo el libro de viajeros, mostrándole una línea: «Esteban Ferragut.
Le habían dicho que le estaban burlando, y dentro de pocas horas iba a verse entre la vida y la muerte, entre el amor y la traición. Así lo creía al menos. Cuando salió Pepe Vera de la alcoba de María, esta desgarró las guarniciones bordadas de las sábanas; riñó ásperamente a Marina, lloró; después se vistió, mandó recado a una compañera de teatro y se fue con ella a los toros.
En las calles, abajo, la gente iba y venía, en sus túnicas cortas y sin mangas, blancas o de colores, o blancas y bordadas, y unos zapatos flojos, que eran como sandalias de botín.
Palabra del Dia
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