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Actualizado: 4 de octubre de 2025


Cada cual miraba con desconfianza al vecino, y todos decían lo mismo en sus conversaciones. ¡A la tarde!... ¡Oh, á la tarde!... Aresti, después de errar más de una hora por la villa, se encontró al atravesar el Arenal con un obrero de ropas haraposas y gran barba, que le saludó con un gruñido, llevándose con cierta violencia la mano á la boina.

Aquellos mozos antes tan parcos y sumisos se tornaron en pocos meses díscolos, derrochadores y blasfemos. No solamente cambiaron su pintoresco traje aldeano por el pantalón largo y la boina, sino que se proveyeron casi todos de botas de montar, bufanda, reloj y lo que es peor, de navaja y revólver.

Al fin se distinguió como un punto negro allá entre las olas: se acercó al costado del buque, trepó un hombre con boina prontamente a la obra muerta, y en seguida al puente, y dijo con acento vizcaíno: Buenas tardes, D. Isidoro y la compañía. Llegaron a la boca, que era estrechísima.

Su falda apenas pasaba de la rodilla, dejando al descubierto unas medias bien repletas de carne transparentada por el fino tejido. Sobre su jersey de seda color salmón ostentaba un collar de enormes cuentas de falso ámbar. El pelo, cortado en forma de melena de paje, se ahuecaba bajo una graciosa boina de terciopelo.

Tras un macizo de plantas estalló de pronto, como un cohete, el sonido de un piano, con acompañamiento de golpes de timbre. Isidro miró con admiración al muchacho de boina, pañuelito al cuello y anchos pantalones de odalisca que daba vueltas al manubrio. Pero ¡qué talento tenía aquel golfo! ¡Qué musicazo! Nunca había experimentado Maltrana igual impresión: ni en los mejores conciertos.

El asalto de Cuenca, única victoria de la campaña, dejó en la memoria de Gabriel una huella profunda. El tropel de hombres con boina, después de rebasar las murallas débiles como tapias, entraba cual arroyos desbordados por diferentes calles de la ciudad. Los tiros desde las ventanas no lograban detenerles.

Pues también seré yo eso.... Al fin, creo que siempre lo he sido. ¿No quieres que viva el pobre, que el rico trabaje, que cada uno posea lo que gane y que todos nos ayudemos? Pues eso es lo que yo pensaba, a mi modo, cuando íbamos por el mundo con el fusil y la boina... En cuanto a la religión, que antes nos volvía locos, ahora me tiene sin cuidado.

Salú, don Isidro dijo con acento andaluz . Ya nos extrañábamos un poquiyo de no verle esta tarde por aquí. Volvió a sentarse entre un grupo de jóvenes españoles, unos con boina, otros con amplio sombrero, que le escuchaban, sonriendo, admirativamente.

El de los primeros, compuesto de pantalón, chaleco y chaqueta de paño azul muy obscuro, corbata de seda negra, anudada sobre el pecho y medio oculta bajo el ancho cuello abierto de una camisa de lienzo sin planchar, y boina también de paño azul obscuro, con larga borla de cordoncillo de seda negra.

Un hombre viejo, bajito, que presidía la mesa, se quitó la boina y comenzó a rezar; todos los comensales hicieron lo mismo, menos el extranjero a quien advirtió Martín de su olvido y que, al darse cuenta, se quitó apresuradamente la gorra. En el transcurso de la cena, el hombre bajito habló más que nadie. Era navarro de la Ribera.

Palabra del Dia

mármor

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