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Actualizado: 13 de junio de 2025


De puro ateo y compasivo que es; sólo que el mejor día le va a borrar alguno la sonrisilla esa de un bofetón... digo, me parece a ... ¡Ajá!... ya estamos... Hoy no basta la mano, porque son muchos los escalones descubiertos y están algo resbaladizos: tenga usted la bondad de tomar mi brazo... ¡Atraca bien, Cornias, y ten firme!... Poco a poco, Nieves... Déjeme usted pasar primero al balandro... Deme usted su mano ahora... Muy bien... Ya estás botando, Cornias; y en el aire... ¡Listo el foque para hacer cabeza!... Pase usted a su sitio de costumbre, Nieves, que es el más seguro... Eso es... Avante vamos... ¡Listo el aparejo!

Currita se quedó helada... ¿Marcharse Jacobo sin decirle una palabra, sin enviarle un recado, sin ponerle siquiera cuatro letras?... ¡Qué puñalada para su corazón y, sobre todo, qué bofetón para su amor propio! Porque ¿qué dirían las gentes cuando llegaran a traslucir el desprecio y el desvío que aquello representaba?...

Cuando se exhorta á Leónido á acordarse del cielo y corregirse, contesta siempre de esta manera: Que lo pague Dios por , Y pídamelo después. Su corrupción llega hasta el extremo de dar un bofetón á su padre y de atentar al honor de su hermana, cuyo esposo lo desafía. Espéralo en el lugar designado para el duelo, en donde es atacado por una nube de moros.

Aquel golpe terrible no anonadó a Currita, ni le infundió tampoco el extraño sentimiento, mezcla de pavor y de ira, que al recibir en Loyola un bofetón semejante la había obligado a confundirse, y a humillarse, y a callar... Detrás de la mano de Pedro Fernández había visto entonces la mano de Dios, que le impedía profanar con el escándalo de su vida su santa casa, y detrás del bofetón del mayordomo de Palacio tan sólo veía la mano del rey, que no era para ella una idea, sino un hombre, contra el cual se podía luchar y al cual se le podía también vencer.

Nuestro jóven le miró de alto abajo, y exclamó: «Pues compadre, está usted adelantado, para la edad que tieneFrase que le valió un coro de carcajadas de todos los que le rodeaban, un tremendo bofeton del militar-paisano, y la probabilidad de pasar la noche en la prevencion con todos sus compañeros, que salieron bizarramente á su defensa.

Y sin más aviso, le descargó un tremendo bofetón. Tan tremendo, que la chica cayó al suelo como privada de sentido. Al ver aquel acto de barbarie Andrés, se puso en pie vivamente. La sangre le subió al rostro y no pudo menos de exclamar: ¡Qué brutalidad!... ¿Por qué le pega usted de ese modo tan bárbaro? Porque quiero enseñarla a obedecer. Ahora no había motivo.

No quedó rincón madrileño que no vieran, desde el Campo de Guardias hasta la Pradera del Canal, y desde la Fuente de la Teja hasta las Ventas del Espíritu Santo, ni encrucijada por donde no pasaran, siendo uno de sus placeres favoritos examinar los lugares del Madrid antiguo descritos en novelas de capa y espada a cuarto la entrega, en las cuales aprendieron a retazos y malamente episodios que les hacían mirar ciertos sitios con un respeto entre ridículo y poético, dando como seguro que Felipe II presenció el asesinato de Escobedo desde un portal de la calle de la Almudena, y comentando, como si hubieran asistido a ellas, la muerte de Villamediana junto a San Ginés o aquella aventura en que Quevedo desafió a un hidalgo que había pegado un bofetón a una señora. ¡Qué diferencia había entre el entusiasmo con que iban adquiriendo aquella dislocada erudición de lances madrileños y el desprecio con que miraban las biografías latinas de Cornelio Nepote y los Trozos escogidos, que a ellos les parecían la pura esencia de lo inaguantable!

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