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Actualizado: 24 de mayo de 2025
El Puerto Deseado es muy angosto en el espacio de media legua, la velocidad de la corriente en el flujo y reflujo es de siete á ocho millas por hora, y una gran parte del fondo está sembrada de bancos y piedras: sus campañas están cubiertas de arena, de modo que no se encuentra en ellas un arbusto: no hay en todo aquel terreno, manantial de agua dulce, ni los pozos ó cazimbas que se han abierto en la playa, pueden dar la cantidad suficiente para el gasto diario de las embarcaciones, y para llenar la vasijeria de la bodega.
Los oficiales y cualquiera otra persona pasajera, por alto que fuera su rango, habían de contentarse con el trasportín ó colchoneta, liados durante el día en petate de esparto y almacenados en la bodega; tendidos de noche donde no estorbaran.
Los pasos resonaban con eco gigantesco, como si se conmovieran todos los sepulcros de reyes, en la catedral. Apenas hubo pisado las baldosas del pavimento, sintió en el rostro la caricia fría y un tanto pegajosa de aquel ambiente de bodega subterránea. En el templo todavía era de noche.
Yo tuve que prestar auxilio en una faena tristísima, cual era la de transportar heridos a la bodega, donde estaba la enfermería. Algunos morían antes de llegar a ella, y otros tenían que sufrir dolorosas operaciones antes de poder reposar un momento su cuerpo fatigado.
Van-Stael, que iba delante de todos, había metido un pie en agua. ¡Luz! dijo. Lu-Hang, que iba el último, subió a cubierta, entró en la cámara de popa y volvió con una linterna encendida. ¡La bodega está inundada! exclamaron Hans y Cornelio, poniéndose pálidos.
En tanto, el agua penetraba por los mil agujeros y grietas del casco acribillado, y comenzaba a inundar la bodega. El Bucentauro, navío general, se rindió a nuestra vista. Villeneuve había arriado bandera. Una vez entregado el jefe de la escuadra, ¿qué esperanza quedaba a los buques? El pabellón francés desapareció de la popa de aquel gallardo navío, y cesaron sus fuegos.
El pobre hombre se quedó hecho una estatua al oir la proposición. «Señor, le dijo, mire V.S. que vengo desde más allá de Becerrilejo; que traigo ocho de familia y cuatro caballerías para ellos y para los equipajes; que he pagado adelantado el alquiler de la bodega, y he gastado mucho en colocar la tramoya que V.S. está viendo.
Doña Antonia andaba siempre con las llaves de una parte á otra, ya en la repostería, ya en la despensa, ya en la bodega del aceite, ya en la del vino, ya en la del vinagre. La casa tenía todo esto, como casa de labrador, á par que de señores, pues D. José, al trasladarse á la ciudad, había traído á ella muchos de sus frutos para venderlos con más estimación y darles más fácil salida.
Unos pasos antes de entrar en el estragal, ó sea el corredor que conduce á la bodega desde el punto en que arranca la escalera del piso alto, una algarabía atronadora de carcajadas, cantares y chillidos llamó la atención del forastero; algarabía que cesó tan pronto como éste y don Silvestre llegaron á la puerta de la bodega.
Una era la de la bodega, y por entre sus hojas abiertas veíanse las dos filas de toneles enormes que llegaban hasta el techo, los montones de pellejos vacíos y arrugados, los grandes embudos y las medidas de cinc teñidas de rojo por el continuo resbalar del líquido. En el fondo de la pieza estaba el pesado carro que rodaba hasta los últimos límites de la provincia para traer las compras de vino.
Palabra del Dia
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