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Actualizado: 24 de mayo de 2025


Lo que comía era suyo, el vino procedía de su bodega, todo lo que adornaba aquella habitación lo había comprado él, los árboles que extendían su ramaje más allá de la ventana le pertenecían igualmente... Y sin embargo, creyó hallarse en este sitio por primera vez, sufriendo el malestar de la extrañeza y la desconfianza.

Chocó al forastero que el décimo, en lugar de seguir el camino de los anteriores, cayese en un rincón de la bodega, que se había aseado antes con el mayor esmero; y preguntado á don Silvestre, supo que aquel garrote de panojas, tal vez el más repleto de todos y el de las más gordas, era el primero del diezmo que pagaba á la Iglesia de Dios.

Decaen: ya no son los mismos de aquellos tiempos en que la casa Dupont era una bodega poco más grande que una barraca, pero enviaba sus botellas y hasta sus barricas al señor Pitt, al señor Nelson, al señor Velintón y a otros caballeros cuyos nombres figuran en las soleras más antiguas de la bodega grande. Montenegro seguía riendo al oír estas lamentaciones. Ríe, muchacho, ríe.

El Tuerto no quiso oir más, y salió de la bodega de Tremontorio, echando llamas por los torcidos ojos y maldiciones por la boca.

Pues, señor, tratóse seriamente sobre el particular, y se autorizó al fin al Intendente para que él lo arreglara á su antojo. Y, efectivamente, al otro día se presentó al director de la compañía, que ya había arrendado una bodega en la calle de las Naranjas, diciéndole que era preciso que á todo trance saliese de Santander.

No diré que si usted bebe ese peleón que traen los arrieros de Toro, lleno de campeche y otras porquerías, no quede usted peor que antes; pero en tratándose del vino de Rueda legítimo y con diez años en la bodega, como el que tiene delante, diga usted que es una bendición del cielo, y que apaga la sed lo mismo que hace discurrir á un borrico... ¡Calle!... ¡pues si no le he traído copa para beberlo!... ¡Válate Dios... válate Dios... válate Dios!...

Eran los patriarcas de la bodega: estaban bautizados con los nombres de los héroes que gozaban de fama universal cuando ellos nacieron. Un barril se llamaba Napoleón, otro Nelson; los había adornados con la corona real de Inglaterra, porque de ellos habían bebido monarcas de la Gran Bretaña.

Desplazaría de seiscientas a setecientas toneladas, tendría unos ciento sesenta o ciento ochenta pies de largo y más de treinta de ancho. Como barco de carga destinado al transporte de mercancías, era un tanto pesado; de figura muy redonda, casi igual a proa que a popa, tenía una cubierta, sollado a proa para la marinería, cámaras en popa y todo lo demás preparado para bodega.

Van-Stael, pálido por la emoción, con la frente arrugada, dirigía por todas partes miradas de desesperación, tratando en vano de descubrir la avería. Y bien, tío dijo Cornelio ; ¿podremos todavía salvar el barco? ¡Imposible! respondió Van-Stael, haciendo un gesto de rabia . ¡Es demasiado tarde! Tenemos una bomba a bordo. ¡Pero si tenemos lo menos doscientos barriles de agua en la bodega!

Halló don Quijote ser la casa de don Diego de Miranda ancha como de aldea; las armas, empero, aunque de piedra tosca, encima de la puerta de la calle; la bodega, en el patio; la cueva, en el portal, y muchas tinajas a la redonda, que, por ser del Toboso, le renovaron las memorias de su encantada y transformada Dulcinea; y sospirando, y sin mirar lo que decía, ni delante de quién estaba, dijo: ¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas,

Palabra del Dia

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