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Actualizado: 5 de octubre de 2025
19 Y toda la multitud procuraba tocarle; porque salía de él virtud, y sanaba a todos. 20 Y alzando él los ojos a sus discípulos, decía: Bienaventurados los pobres; porque vuestro es el Reino de Dios. 21 Bienaventurados los que ahora tenéis hambre; porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. 24 Mas ¡ay de vosotros, ricos! Porque tenéis vuestro consuelo.
No; la mujer es una artista, y como todos los artistas, necesita un público grande, inmenso, á quien inspirar la admiración y el deseo, aunque no piense ni remotamente en satisfacer ese deseo.... Y como no había en el mundo otro hombre que su marido, y éste le interesaba muy poco, Eva empezó á pensar en los bienaventurados que habitan el cielo y muchas veces habían ido á hacerle visitas cuando ella ocupaba el Paraíso.
San Juan no era para la casa de este buen señor solamente su patrono y el del lugar, ni uno de tantos bienaventurados cuya imagen se veneraba en la iglesia parroquial del pueblo: era, además, un protector especial, un huésped constante de mis parientes.
El primero, a quien ella trataba con toda la deferencia respetuosa debida a los más simples curas en las casas de los más orgullosos representantes de la aristocracia, era un hombre gordo, borroso y linfático, sin vigor físico ni moral, cuidadoso ante todo de su reposo, que trataba de vivir bien entre el antiguo y el nuevo señor, es decir, entre el castellano y el alcalde de Candore, y que a fuerza de repetir «Bienaventurados los mansos», no veía otra cosa en el Evangelio.
Pensó en la felicidad de dejar allí mismo, junto á un ribazo, aquel corpachón cuyo sostenimiento tanto le costaba, y agarrado á la almita de su hijo, de aquel inocente, volar, volar como los bienaventurados que él había visto conducidos por ángeles en los cuadros de las iglesias.
Lo peor es, que despues de haber llenado un libro de revelaciones, no se halla en todo él ni una sola prueba, de si fueron, ó no verdaderas, y es, porque los Escritores no lo dudan. Ya se queja de estos descuidos Benedicto XIV. en su Obra de la Canonizacion de los Bienaventurados, donde de propósito trata este mismo asunto.
Tú eres nuestro Padre, que estás en el cielo y debemos ser perfectos como tú, perdonando a quienes nos ofendan, y pidiéndote que los perdones porque no saben lo que se hacen. Yo debo recordar las bienaventuranzas. Bienaventurados cuando os ultrajaren y persiguieren y dijeren todo mal de vosotros. El sacerdote, el que va a ser sacerdote, ha de ser humilde, pacífico, manso de corazón.
El segundo, que vestía ropa negra y talar, le dijo endulzando el desengaño con acento meloso: El amor de esa mujer no es para tí. Conténtate con su caridad. Los favoritos de ahora son los dichosos de aquí bajo... Tú serás de los bienaventurados allá arriba. ¡Hay otra vida! ¡Cree, sufre y espera!
Miguel vivía entre los bienaventurados; el roce de aquellas manos en su cabeza le producían espasmos de dicha, y el perfume de la pomada de heliotropo que la planchadora usaba, causábale una embriaguez dulce y feliz como no volvió a sentirla jamás en su vida. Es condición precisa de las planchadoras, y también de las que no lo son, hacer con gusto el papel de ídolos y propender a la dominación.
Todas las mañanas, la señora Desnoyers, al abrir los periódicos, antes de buscar los telegramas de la guerra perseguía otra noticia. «¿Adonde irá hoy Monseñor Amette?» Luego, bajo las bóvedas del templo, unía su voz al coro devoto que imploraba una intervención sobrenatural. «¡Señor, salva á la Francia!» La religiosidad patriótica colocaba Santa Genoveva á la cabeza de los bienaventurados.
Palabra del Dia
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