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Actualizado: 7 de julio de 2025


El señor de Bevallan sin alzar la voz me insinuó, que este contrato era una obra de desconfianza. ¡Una obra de desconfianza, señor! respondí en el tono más elevado de mi garganta. ¿Qué pretende decir con eso? ¿Es contra la señora de Laroque, contra , ó contra mi colega aquí presente, que dirige semejante imputación?...

La he encontrado en el camino, á eso de las cinco. Nos hemos cruzado. Ella me dijo, que pensaba llegar hasta la torre d'Elven. ¡A la torre d'Elven! Se habrá extraviado en los bosques. Es preciso ir á buscarla prontamente. Que se den las órdenes. El señor de Bevallan pidió en el momento caballos.

Durante el almuerzo se habló de una ópera nueva, y la señora de Laroque dirigió sobre este asunto, al señor de Bevallan, una pregunta á que no supo responder, aun cuando siempre tenga, si ha de creérsele, un pie y un ojo en el Bulevar de los Italianos.

Había olvidado absolutamente todo cuidado por su dignidad, y como una ninfa ebria, llenaba el soto con los estallidos de su alegría casi convulsiva. Golpeaba sus manos, y á través de sus carcajadas, gritaba con voz entrecortada: ¡Bravo, bravo, señor de Bevallan! ¡Lindísimo, delicioso, pintoresco! ¡Oh, Salvator Rosa!

Así, no hubo nadie entre nosotros que no se abandonase á una franca alegría en el momento en que vimos al señor de Bevallan fuera de la barca. Será preciso advertir que en este mismo momento se completaba su infortunio por un accidente verdaderamente doloroso.

Sin embargo, contra lo que podía esperarse, esta expedición de tan pacífica apariencia, no debía terminar sin emociones ni peligros. El señor de Bevallan, en vez de ganar la ribera directamente frente á la pequeña ensenada en que estaba amarrada la barca, tuvo la malhadada idea de atravesar por un punto más vecino á la catarata.

El señor Desmarest, después de haberme hecho una primera cura, montó en carruaje con la señora de Laroque, que iba á esperar en la villa d'Elven, el resultado de las pesquisas, que el señor de Bevallan debía dirigir en las inmediaciones de la torre. Eran cerca de las diez cuando Alain vino á anunciarme que la señorita Margarita había sido hallada.

El señor de Bevallan, que no se desconcierta fácilmente, desapareció en el monte vecino, donde durante un momento oímos crujir el ramaje; á poco rato volvió armado de un largo vástago de avellano y púsose á despojarle de sus hojas. ¿Por ventura piensa usted alcanzar hasta la otra orilla con ese palo? preguntó la señorita Margarita, cuya alegría comenzaba á despertarse visiblemente.

Si esta reserva ha tenido por objeto, como lo creo, dar tono á mi propia discreción, la señorita se tomaba un inútil trabajo. Sea lo que sea, el señor de Bevallan, al oir este relato, nos aturdió con sus gritos de desesperación. ¡Cómo! ¡la señorita Margarita había sufrido aquellas tan largas ansiedades!

Es mejor, en todo caso, una niña ó una mujer solas en el mundo, que protegida por un hermano ó por un marido deshonrado. Esperaba de un momento á otro algún mensaje del señor de Bevallan. Preparábame á pasar á la casa del preceptor de la villa, que es un oficial joven, herido en Crimea, y pedirle su concurso, cuando llamaron á mi puerta. El que entró fué el señor de Bevallan.

Palabra del Dia

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