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Actualizado: 7 de junio de 2025
De lo que ninguno carecía era de cobertera para el cráneo: cuál lucía hirsuta gorra de pelo, que le daba semejanza con un oso; cuál un agujereado fieltro sin forma ni color; cuál un canasto de paja tejido en el presidio, y cuál un enorme pañuelo de algodón, atado con tal arte, que las puntas simulaban orejas de liebre. ¡Oh, y qué cariño profesaban los benditos pilluelos a aquella parte de su vestido!
Aquí están dijo el señor ingeniero y su hermano, el caballero de anoche. Miraban los tres hombres con visible interés al ciego que se acercaba. Hace rato que te estamos esperando, hijo mío dijo el padre tomando a su hijo de la mano y presentándole al doctor. Entremos dijo el ingeniero. ¡Benditos sean los hombres sabios y caritativos! exclamó el padre, mirando a Teodoro . Pasen ustedes, señores.
No sé qué tiene la virtud, que, con alcanzárseme a mí tan poco, o nada, della, luego recibí gusto de ver el amor, el término, la solicitud y la industria con que aquellos benditos padres y maestros enseñaban a aquellos niños, enderezando las tiernas varas de su juventud, porque no torciesen ni tomasen mal siniestro en el camino de la virtud, que juntamente con las letras les mostraban.
Lo extraño y vago del espectáculo, la emoción que sobrecoje el alma, le hacen creer á uno que le han conducido á lugar sagrado. Tres veces, mil veces benditos se creen los peregrinos indios que, después de haber llegado á las fuentes del Ganges, se atreven aún á penetrar bajo la tenebrosa bóveda de donde brota el río santo.
Hay quien imagina que España en tiempo de los moros era toda ella una florida, amena y fructífera huerta, que los cristianos luego hemos marchitado y destruido. Nada más falso que este aserto. D. Jaime I en Aragón y D. Alfonso el Sabio en Castilla, aunque no tuvieran más que este mérito, gozarían de inmortal popularidad y serían gloriosos y benditos.
Antes los hombres pasaban la noche en la taberna malgastando su jornal y hablando cosas feas. Ahora se van después de cenar al local de las Escuelas y allí se están cantando como unos benditos toda la noche. Cuando los ve cansados don Ricardo les da un cigarro, les entretiene un rato charlando y ya los tiene usted tan contentos. ¡Oh, señora, qué bien cantan ya!
Y que no le disputara esta gloria Juana Trujillo, madre de Baldomero, la cual había muerto el año anterior, porque Asunción probaría ante todas las cancillerías celestiales que a ella se le había ocurrido la sublime idea antes que a su prima. Ni los años, ni las menudencias de la vida han debilitado nunca el profundísimo cariño de estos benditos cónyuges.
Bien hayan aquellos benditos siglos que carecieron de la espantable furia de aquestos endemoniados instrumentos de la artillería, a cuyo inventor tengo para mí que en el infierno se le está dando el premio de su diabólica invención, con la cual dio causa que un infame y cobarde brazo quite la vida a un valeroso caballero, y que, sin saber cómo o por dónde, en la mitad del coraje y brío que enciende y anima a los valientes pechos, llega una desmandada bala, disparada de quien quizá huyó y se espantó del resplandor que hizo el fuego al disparar de la maldita máquina, y corta y acaba en un instante los pensamientos y vida de quien la merecía gozar luengos siglos.
Antes era... lo que era: una comiquilla decentita y graciosa; ayer parecía una duquesa. ¡Daría cualquier cosa por saber todo lo que ha sucedido! A mí no me importa..., vayan benditos de Dios ella y el estúpido a quien haya pescado...; pero, ¡como yo la coja un día!..., vamos, que no me quedo sin plantarle cuatro besos y decirle cuatro verdades.» Siguió pensando largo rato.
Volvió a ser la misma Marta tranquila, serena y cariñosa de antes, atenta siempre a desembarazar de obstáculos el camino de los otros aunque el suyo estuviese cerrado por un muro infranqueable. ¡Dichosos los que en la vida tropiezan con estos seres benditos que fundan su felicidad en la ajena, que ofrecen las flores y se quedan con las espinas! Ricardo pasaba largas horas en casa de Elorza.
Palabra del Dia
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