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Actualizado: 2 de mayo de 2025


Nadie más que el mozo que tengo á la vera, mi amigo Bartolo. ¡Á ver si hay alguno que le ponga el pie delante en el trabajo ni que se atreva á saludarle el hocico en la romería!... Además la tía Jeroma no le dejará marchar de casa sin su porqué; y como la moza es limpia y honrada, si se tercia también la meterá en casa y los mantendrá á cuerpo de rey...

Los mineros ¡puño! se las habían de pagar ó dejaría de ser Bartolo el hijo de la tía Jeroma de Entralgo. ¡Á la romería! ¡á la romería! se gritó. El numeroso cortejo se puso en marcha. Á su frente el impetuoso Celso dando fuego á los cohetes. Era su especialidad. Amaba los cohetes porque su olor y su estampido le recordaban la vida militar, hacia la cual profesaría hasta la muerte amor entrañable.

La dócil y vetusta zagala obedeció y alzándose de su asiento pasó por delante del mayordomo y Bartolo. Entonces el primero al cruzar la pellizcó en una pierna. Maripepa lanzó un grito. Regalado, con increíble malicia, se volvió hacia Bartolo y le amonestó severamente. ¡Cuidado, Bartolo! No hagas esas cosas, que todavía no tienes derecho á ello.

Eso se quedará para mañana. Ya andan por ahí los Zampatortas con la cabeza inclinada como higo maduro desde que saben va a salir tu <i>Diccionario</i>. Bartolo, ¿escribes hoy algo contra Lardizábal? Lardizábal, individuo de la Regencia que había dejado de funcionar el año anterior, publicó en aquellos días un tremendo folleto contra las Cortes. ¿Yo?

Ninguno supo jamás apoderarse más pronto de su corazón, ninguno más rendido y zalamero ni más osado á la vez, pero tampoco ¡ay! ninguno más inconstante. Más de una y más de dos podían dar en el valle de Laviana testimonio lamentable de su galanura y su perfidia. Paréceme, Quino respondió Bartolo, que se te ha ido la lengua y has hablado más de lo que está en razón.

La cara no la diste á Firmo, sino á la mata de zarzas y ortigas donde te sepultaste cuando él te buscaba... Eso me contaron el jueves en la Pola. Si ha sido Firmo quien te lo ha contado, yo le diré esta noche á ese cerdo quién es Bartolo de Entralgo. Este palo tan majo que corté en el monte ayer nadie lo estrena más que él.

Tendrá todo eso y mucho más; yo nunca se lo he negado; pero ella se está bien en su casa y mi Bartolo en la suya. Nada se deben y por lo tanto nada tienen que pagarse. ¡Ya lo pienso yo que nada se deben! exclamó desde un rincón la severa Pacha. Mi hermana no debe nada á nadie; y si tratara de buscar mozo, mejor que ése encontraría.

Y hoy, antes que le alcanzara ningún vardascazo, se echó por el castañar arriba, camino de las Llanas, para venir ahora. ¿Y cómo diste con él? Llegábamos unos cuantos amigos de correr á los de Villoria, cuando vimos un mozo saltar al camino delante de nosotros. «Así Dios me salve si aquél no es Bartolo», dije yo en seguida. Le conocí, aunque la noche no está muy clara, por lo derrengado.

Una parte de ellos persigue á los fugitivos por el camino de Villoria; otros siguen á los que huyen por la calzada de Entralgo. Toribio desdeña esta persecución. Con el garrote en alto y dando feroces gritos, que resuenan temerosamente en el valle pasea su furor y su triunfo por todo el campo de la iglesia. Bartolo. Media hora después no quedaba un ser viviente en este campo.

Bartolo calla, porque es tan prudente como intrépido.

Palabra del Dia

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