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Actualizado: 5 de junio de 2025


Quería ver a Magdalena aquel día, a todo trance. «Ya no habrá me decía subterfugios, ni disfraces, ni habilidad, ni barreras que prevalezcan sobre lo que yo quiero y contra la certidumbre que tengoLlevaba en la mano las flores rotas, las miraba y las cubría de besos, las interrogaba como si guardasen el secreto de Magdalena, las preguntaba qué había dicho ella cuando las desgarraba, si eran caricias o insultos... Y no qué sensación desenfrenada me replicaba que Magdalena estaba perdida y que ya no tenía más que atreverme.

En la última escena de la comedia, en la Plaza Mayor de Valladolid, se ve al Rey con su corte, y un concurso numeroso de espectadores, que se apiñan junto á las barreras. Comienza el combate, y ambos adalides pelean con un valor tan heróico, que el Emperador se interpone entre ellos, y los obliga á separarse, mereciendo ambos la victoria, y por tanto también no ser considerados como culpables.

Igual a Brunilda, la virgen morena había dormido, no años, sino siglos, guardada en su letargo por la azul extensión de los océanos, más insalvable que las barreras de llamas.

Dice también que ya él presintió alguna desgracia viendo las muchas tablas que se traían para el juego de la tramoya, haciéndole acordarse de las barreras de la plaza, y que el público se consolaría al cabo si la representación de una comedia terminaba en corrida de toros.

Aunque vivía muy independiente, no dejaba de tener parientes y amigos de rancio pensar, que sin duda se escandalizarían. En provincias, todavía les parecen a muchas gentes infranqueables las barreras que separan a las distintas clases de la sociedad; los perjuicios y las prevenciones persisten con mayor fuerza que en París; se conocen unos a otros demasiado para no ser esclavos del qué dirán.

Como en el Andes brama El huracan tremendo, Cuando veloz derrama El trueno ronco estruendo, Y en tanto el polo cruje, Resisten al empuje Sus quicios de cristal; Así del tiempo el vuelo Que abate las barreras, Estiende por el suelo Sus ondas altaneras, Chocando resonantes El muro de diamantes Del alma libertad.

En medio de su mala ventura, la idea de que Schlingen, el especulador afortunado, el atrevido acaparador de títulos, el rey de la rueda, en fin, estuviera comprometido en la liquidación, le hizo el efecto de una ducha en la nuca. ¿Era entonces tan seria la catástrofe? ¿No había barreras para el torrente? Si Schlingen caía, ¿quién iba a quedar en pie?

Pasan las fiestas, se arranca la última estaca de las barreras y los balcones improvisados de la plaza de toros, y no queda rastro alguno de la ruidosa y variadísima escena. Hasta el año siguiente, en la misma época, no se vuelve á pensar en el asunto.

Hay á la punta una baja en que lava el mar. En distancia de cinco leguas de dicho Cabo Blanco le marcó el padre Quiroga al sud-este, un cuarto al sur, y observó 46 grados y 48 minutos de latitud, y por consiguiente viene á estar puntualmente dicho cabo en 47 grados: lo cual conviene notar, por no equivocarlo con otra punta que está al nord-este, y tambien es tierra alta, rasa, y que forma hácia el mar una barranca llena de barreras blancas.

Pasa un año: la separación fue sin decirse «hasta la vista»: se produce un reencuentro inesperado: y durante ese tiempo la amistad ha hecho en nosotros tales progresos que todas las barreras han caído, todas las precauciones han desaparecido.

Palabra del Dia

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